jueves, 9 de enero de 2014

CARNE NUEVA, la camiseta



La camiseta de CARNE NUEVA.
Diseño exclusivo!!!
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http://www.verkami.com/projects/7443-antologia-z-carne-nueva

sábado, 4 de enero de 2014

"Carne Nueva" una antología Zombi diferente y apasionante.

Portada: Carlos Rodón


CARNE NUEVA es una antología que comprende dieciocho relatos de terror zombi, con un nexo en común: se trata de la primera incursión de todos los autores en el género citado. Muchos de ellos son escritores con obra publicada y una dilatada experiencia en otros géneros (Sergio Gaut vel Hartman, Juan Ángel Laguna Edroso, Javier Quevedo Puchal, Juan José Hidalgo Díaz…); para otros, esta será su primera publicación. En los textos seleccionados, el lector disfrutará del terror con la figura del no muerto como protagonista, con una vuelta de tuerca (o dos): no muertos venerados, queridos, anhelados, mutados, usados como atractivo turístico, como víctimas… Gore, emociones fuertes y sentimientos aún más intensos.Y en la que varios escritores e ilustradores habituales de FanZine aportamos nuestro granito de arena.


Si quieres leer algo nuevo en el género Z, busca CARNE NUEVA en Verkami:

http://www.verkami.com/projects/7443-antologia-z-carne-nueva

Esta antología de relatos de terror zombi ilustrados ex profeso es la 1ª incursión de los autores en dicho género. Unos curtidos con muchas obras publicadas, otros noveles, nos ofrecen una visión fresca de la figura del zombi.
Este es el listado de escritores participantes en CARNE NUEVA:

Cristóbal Sánchez Morales, José Alberto Arias Pereira, Pablo García Naranjo, José Antonio Moreno González, Xuan Folguera, Juan José Hidalgo Díaz, Fernando Pérez Barral, Cristina Pamplona, Luis Sánchez Graíño, Tania A. Alcusón, Roberto García Cela, Carlos Rodón Mondet, Francisco Miguel Espinosa, Juan Ángel Laguna Edroso, Javier Quevedo Puchal, Sergio Hartman, Blanca Libia Herrera Chaves y Fermín Moreno.

Varios de ellos cuentan con obra propia publicada:

-Francisco Miguel Espinosa: novela XXI (Ediciones B, 2011), entre otras.
-Juan Ángel Laguna Edroso: novelas Adraga (AJEC, 2011), La casa de las sombras (DH Ediciones, 2010), antología Pesadillas de un niño que no duerme (23 Escalones, 2012), entre otras.
-Javier Quevedo Puchal: novelas Cuerpos descosidos (NGC Ficción!, 2011),
y Lo que sueñan los insectos (Punto en Boca, 2013), entre otras..
-Sergio Hartman: finalista del II Premio Minotauro, y dos veces finalista del UPC. Algunas de sus novelas son: Cuerpos Descartables (Minotauro, 1985), Carne verdadera (Ediciones B, 2006), Vuelos, (Ediciones Andrómeda, 2011), entre otras.

Cada relato irá acompañado por una ilustración de los siguientes ilustradores: Carlos Rodón, Laura López, Daniel Medina Ramos, Juapi, Hugo García Bonilla y Chili no Art Chili.




domingo, 15 de diciembre de 2013

Noche de Paz, noche de Horror. Por Moi Gascón


Ilustración: Kike Alapont

La noche comenzaba a aparecer sobre el horizonte. Hacía varias horas que nevaba firmemente en Jonesyville y la gran mayoría de las personas del pueblo preparaban con alegría la tradicional cena de nochebuena.
Una fina capa de nieve cubría el suelo, las farolas se encendían poco a poco sobre la calle alargada dando vida a innumerables sombras que se atrevían a pasar bajo su luz mientras un viejo Ford aparcó en un sitio reservado para minusválidos.
De él se bajaron un hombre de mediana edad y un niño, su hijo, de unos 6 o 7 años, abrigados como esquimales en una expedición y comenzaron a subir las pequeñas escaleras formadas por 3 escalones que dirigían al centro comercial de Jonesyville.
Primero entró el niño, feliz, entusiasmado, sabiendo que esa misma noche, cuando él se durmiera y un rato después sus padres hicieran lo mismo, bajaría Papa Noel por la chimenea y les dejaría regalos, montones de ellos ya que este año había sido un niño realmente bueno.
Sonreía con la típica sonrisa de un niño ante un gran día, un día que esperaba durante todo el año, una sonrisa sin maldad, solo de inocencia, las mas pura inocencia que es la que alberga un niño.
Se abrieron las puertas automáticas tras pasar por debajo del sensor y entraron al calor que despedía el gran centro comercial.
Decenas de tiendas se disponían ante ellos, pero el pequeño sabía perfectamente donde ir. Irían a la juguetería “Toys and childs”, ya que quería ver si los juguetes que había puesto en la lista a Papa Noel se encontraban en la tienda, así Papa Noel pasaría por allí por la noche antes de ir a su casa, los compraría con los billetes mágicos que le habían dicho sus padres que usaba papa Noel y sus ayudantes, los elfos y los cargaría en su enorme trineo y luego los dejaría bajo el árbol.
Antes de llegar a “Toys and childs” pararon en una perfumería, entraron y su padre compró un bote de colonia en el que salía en el dibujo de la caja una chica semidesnuda y en la que ponía, “Perfume para mujer”. El niño pensó que para qué quería un perfume de mujer su padre y se imaginó que seria para hacerle un regalo a su madre, ya que su cumpleaños llegaría 4 días después de aquella mágica noche.
Pasaron por 2 librerías con cientos de libros esperando que una mano les abriera para poderles entregar toda la fantasía y magia que albergaban sus mágicas páginas, 3 tiendas de productos electrónicos, en las cuales había teles encendidas y salía Papa Noel encima de una enorme carroza rodeada por miles de niños, varias tiendas de ropa con distintos tipos de abrigos y jerséis con dibujos navideños.
A mitad de camino, el chico se quitó el gorro azul con dibujos de los “Angry birds” y con un enorme pompon rojo en la punta y se lo guardó en el bolsillo de la chaqueta.
Andaba sin despegarse de la pierna de su padre y agarrándole fuertemente la mano.
Cuando llegó a la altura de “Rosquillas Charles” comenzó a señalar con su diminuto dedo índice y a tirar de la mano de su padre.
- Más tarde hijo, más tarde le respondió su padre y siguieron hacia delante.
Cuando llegaron a  lo que el pequeño había señalado, resultó ser un Papa Noel sentado en un enorme trono dorado con ribeteados color platino y una fila enorme de niños deseosos de subirse en sus piernas y pedirle regalos.
El pequeño levantó la mano y le saludó enérgicamente y Papa Noel, que estaba sentado en el trono le devolvió el saludo y el niño siguió andando junto a su padre con una sonrisa que abarcaba la totalidad del joven rostro.
Por fin llegaron a la tienda y el niño se soltó de la mano de su padre, el cual salió corriendo detrás de él que ya estaba en mitad de la tienda de juguetes.
Ante él se disponían casi 400 metros cuadrados de juguetes, muñecas, pelotas de goma, juegos de mesa y mil tipos de juguetes distintos.
La tienda estaba abarrotada de gente haciendo las compras de última hora, deseando pagar y largarse a sus casas para preparar la cena y ver la televisión.
Un trenecito recorría sus vías de plástico y chapa por encima de las cabezas de los compradores, y daba la vuelta por toda la tienda, lentamente pero sin pausa.
Un enorme oso de peluche estaba rodeado por tres niños que lo abrazaban y sus padres, con cara de pocos amigos y resignación les hacían fotos con sus móviles y cámaras fotográficas.
El niño que recién habida entrado con su padre corrió hasta una estantería donde estaban los “Chismichus” una especie de mezcla entre oso con cabeza semi-humana, que le apretabas en la tripa y cantaba y otras veces contaba cuentos. El niño agarró uno y se lo enseñó a su padre.
- Aquí está, ponlo en la cesta para dejárselo a papa Noel, le gritó el niño entusiasmado y dándose la vuelta para buscar el siguiente objeto de su nota mental donde tenia guardados todos los juguetes que quería.
El padre agarró la caja del Chismichu y lo observó con el ceño fruncido, presionó el estomago del humano-oso y este comenzó a tararear una canción que le recordó a “Lookin' Out My Back Door” de la Creedence.
Levantó la vista con una sonrisa y vio que su hijo se había detenido junto a una estantería donde estaban unos muñecos de la película “Toy story” y había agarrado un Mr.Potato.
Sonrió y se recordó a si mismo de pequeño, a su misma edad levantándose y corriendo junto a su hermano en busca de los regalos bajo el árbol de navidad y la chimenea encendida.
Cuando él era pequeño no había toda esa cantidad de muñecos articulados y como mucho recibían 2 regalos cada uno. Hoy en día los niños esperan recibir 10 o 12 de los cuales reciben la mitad pero aun así es un gran esfuerzo económico para el bolsillo de los padres.
Pero él hacia todo lo que podía con su hijo, aun más después de perder a Tim, su otro hijo, cuando tenia 1 año solamente a causa de una infección en los pulmones que se complicó y le hizo fallecer a los pocos días después de enfermar.
Ahora solo tenia a Danny, y él era todo para el en su vida, Danny y Lorrete, su mujer.
Se habían mudado hacia 6 años, poco después de nacer Danny, su hermano les visitaba un par de veces al año y lo pasaban francamente bien, pero no era lo mismo.
Levantó la vista y vio a su hijo que traía una caja con un gran Mr.Potato y se lo entregaba.
- Danny, uno más y listo que Papa Noel no es rico le dijo.
- Vale papi, uno más y listo y le sonrió a lo que él le respondió tocándole el pelo de la cabeza y moviéndoselo de lado a lado. Despeinándolo por segundos.
Danny salió disparado en una dirección, se paró en seco, pareciendo meditar la difícil decisión que tenia ante si y acto seguido se dio la vuelta y corrió en la opuesta.
Su padre le seguía detrás con las dos grandes cajas dando grandes zancadas.
Danny se acercó a la estantería y trató de alcanzar una caja en la que salía la fotografía de una lancha teledirigida pequeñita, su subió a una balda por que no llegaba a alcanzarla y esta comenzó a vencerse debido al peso de su cuerpo.
El padre corrió soltando los juguetes que cayeron al suelo haciendo un extraño ruido sobre el suelo enmoquetado de “Toys and childs” y agarró a su hijo y sujetó la estantería con el hombro.
Cuando su hijo estuvo fuera del alcance de la estantería, este, la empujó y la puso de nuevo recta, metiendo las cajas que ahora sobresalían de las baldas.
Se giró para echarle la bronca a su hijo pero este estaba comenzando a reírse y el padre no pudo reprimirlo y comenzó también a reír dándole un pequeño capón en la cabeza.
- Bueno Danny, con estos 3 vale.
- Si papi, ¿vamos a dejarlo en la caja para Papa Noel?
- Si, vamos dijo cogiéndole la mano y dirigiéndose hacia las cajas para pagar con dinero real y no el imaginario con el cual le había dicho a su hijo que pagaba Papa Noel.
Cuando estuvieron a escasos metros le dijo a su hijo.
- Quédate aquí quieto y no te muevas ¿eh?
- Vale papi le respondió él y acto seguido se sentó en una silla con forma de 4 amarilla y se puso a ver la televisión, en la cual echaban un capitulo de Bob Esponja.
El padre se dio media vuelta y se acercó a la caja para pagar.
Tras esperar detrás de una señora gorda, con un enorme abrigo que le hacia parecer una foca marina y apestaba a colonia le tocó el turno de pagar.
Sacó el dinero de su billetero mientras echaba una ojeada a su hijo para que no viera que el dinero era de verdad por que si no ya no tendría gracia el asunto de Papa Noel.
El seguía hipnotizado, sumergido en fondo bikini mientras Patricio se tropezaba y se levantaba.
Le tendió los billetes a la cajera, una muchacha joven y bastante guapa.
Cuando esta cerró su mano sobre los 4 billetes que le tendía aquel hombre, una especie de ceceo, como el que hace cuando pinchas un globo y pierde rápidamente la presión comenzó a sonar y un instante después la luz desapareció dejando todo en la más absoluta oscuridad.
No se encendieron ni las luces de emergencia.
Los niños comenzaron a chillar y se escuchó por el fondo un “me cago en la…” y acto seguido el ruido de que uno a tropezado con unas cuantas cajas de juguetes y las ha derribado.
Tras 8 o 10 segundos de oscuridad, gritos y lloros la luz volvió iluminando de nuevo la tienda.
El hombre que se había tropezado resultó ser un hombre de unos 60 años que se hallaba tendido encima de una pila de cajas de muñecos regordetes y con cara de mala leche. Como si les incomodase que les hubieran tirado al suelo y estuviera aun tendido encima de ellos el culpable.
- Maldita luz dijo la chica guapa que había recibido el dinero hacia escasos segundos  mientras el padre se giraba para comprobar que su hijo estuviera bien.
Danny se había levantado y buscaba a su padre en mitad de ese diminuto e inesperado caos.
Lo localizó y le sonrió.
El padre le devolvió la sonrisa y cuando fue a girar la cabeza para recibir los cambios, coger el dinero y marcharse, un ruido seco, seguido al que hace el agua cuando cae al suelo le hizo girar mas rápido la cabeza preguntándose que había sido eso.
Vio a la joven bonita pálida como una losa, parecía que todo tipo de pigmentación hubiera desaparecido de su cuerpo en escasos segundos. Estaba  levantando su brazo derecho, con el que había cogido el dinero, pero en vez de mano salía un chorro de sangre, que caía a chorros sobre  el mostrador. La joven se sujetaba con la otra mano el muñón intentando detener el flujo de sangre, pero no lo conseguía.
- Pero que demonios… dijo el padre mientras los primeros gritos comenzaban a llegarle a sus oídos.
¿Qué acababa de pasarle a la joven?, si hace unos segundos tenia la mano… y un chasquido metálico le hizo levantarse, ponerse de puntillas y mirar hacia el otro lado del mostrador.
Otro chasquido, seco, metálico, otro… y otro…
Cuando le alcanzó la vista comprobó que la caja registradora se abría y cerraba sola, con una fuerza brutal. Parecía una mandíbula metálica poseída, que se abría y cerraba sin cesar buscando un bocado que echarse a la boca.
Cuando se abrió de nuevo tras un buen numero de bocados, pudo comprobar que en el interior de ella, rodeada de billetes y monedas se encontraba la mano de la joven amputada y envuelta en un charco de sangre que pringaba todos los billetes dotándolos de un color amarronado.
La joven ahora estaba tumbada en el suelo envuelta en convulsiones mientras su compañera, a la que la joven le había dirigido el chorro de sangre gritaba, estaba embadurnada de líquido rojo, chorreándole la camiseta y la falda, mientras con las manos en las orejas gritaba histérica.
Los gritos ahora eran más fuertes y un olor a vomito comenzó a llenarle sus fosas nasales.
Ahora gritaban de tras de él.
Se dio la vuelta y corrió hacia su hijo que se había quedado petrificado, junto a la silla con forma de 4 amarilla, mientras la gente corría de lado a lado.
Apartó de un manotazo a la vieja foca marina provocando que esta trastabillase y acabase tirada en el suelo y en cuanto llegó abrazó a su hijo, protegiéndole de los problemas, de los males de este mundo.
Se giraron y vieron a la gente correr en desbandada hacia la puerta. La gente gritaba, algunos rodaban por los suelos y las otras personas les pasaban por encima.
Un hombre que pasaba por debajo del tren que recorría la tienda se llevó la mano a la cara y cuando la retiró, el padre pudo comprobar cómo un vagón del tren se había hundido en su cuenca, reventándole el globo ocular. Su cara se había cubierto de sangre que manaba como una catarata hasta descansar en el suelo.
Se agachó, miró a su hijo y le dijo.
- Tranquilo, cógeme bien la mano, no te sueltes que vamos a intentar salir de aquí.
- Vale papi le respondió con su sonrisa preciosa de niño.
El padre le besó la mejilla y ambos salieron corriendo hacia la puerta.
Cuando se encontraban a mitad de camino, el padre notó que algo le golpeaba en la espalda y si no llega a apoyarse en la estantería le habría derribado.
Miró por encima del hombro y vio un muñeco, parecido a un caballo que saltaba, cogia carrerilla y se impulsaba de nuevo contra su espalda.
Saltó esta vez hacia Danny y si el padre no llega a tener buenos reflejos se estampa contra su cabeza pero lo desvió con un puñetazo y este cayó al suelo, soltando infinidad de chispas, y con el cuello de plástico partido, aun así, mientras daba sus últimos coletazos de vida, este trataba de ponerse en pie. Al final, paró y se quedó quieto.
La gran mayoría de la gente ya había salido de la tienda y ahora los gritos parecían provenir de todo el centro comercial.
La anarquía se había instaurado en el centro comercial, y no, no eran las rebajas, aunque la muerte podría encontrar unos cuantos chollos esa tarde-noche.
Ya habían llegado a la puerta tras derribar tras de ellos varios juguetes que habían cobrado vida. Una serpiente que trató de enroscarse en la pierna del padre pero que se había partido con suma facilidad, un osito con ojos tiernos y cara de ángel que intentó morderles con sus diminutos dientes de plástico salió volando hacia el fondo de la tienda tras encontrarse con la señora bota, un tractor que avanzaba con la pala en alto salió despedida de una patada tras previamente ser aplastada por la bota salvadora del padre.
Se habían librado por los pelos pero lo que vieron al llegar a la puerta hizo que a ambos se le encogiera el estómago y un nudo comenzara a subirles hasta la garganta.
Cientos de personas rodaban por el suelo envueltos en múltiples aparatos electrónicos.
El Papa Noel al que Danny había sonreído y saludado y que de felicidad había llenado su joven corazón, se retorcía en el suelo agarrándose el pecho. Se había desabrochado el disfraz y una camisa blanca asomaba bajo el disfraz rojo, la barba también se había soltado y colgaba de una oreja como si fuera una babosa enorme aplastada.
La camiseta interior blanca comenzaba a tornarse de un color rojizo parecido al tomate frito. El simpático Papa Noel comenzó a echar espuma por la boca y de repente su pecho explotó como en la película Alien, el octavo pasajero y cientos de diminutas piezas y trozos de carne saltaron por los aires.
El corazón del afable Papa Noel estalló y su vida terminó sin poder hacer las tareas por las cuales se preparaba concienzudamente durante todo el año en su particular retiro en el polo norte.
Danny gritó al ver la escena y comenzó a vomitar en el suelo.
Su padre lo agarró y se lo cargó en brazos como si fuera un bebe.
Comenzaron a correr hacia la salida pero un hombre les hizo retroceder con un leve salto hacia atrás, este pasó a toda pastilla en su silla de ruedas eléctrica.
El hombre trataba de dominarla pero esta cada vez corría a más y más velocidad.
El hombre forcejeaba con el pequeño mando instalado en el brazo derecho de la silla pero este no accedía a hacer lo que su dueño le pedía que hiciera.
Al final la silla de ruedas se topó con una anciana tirada en el suelo con un gran maratón en un ojo y que parecía no respirar. La silla chocó con violencia extrema contra la maltrecha cabeza de la anciana  y tras hacer un pequeño trompo de unos 200 grados el hombre que intentaba dominar la silla salió despedido a cerca de 4 metros de distancia, dio una voltereta en el aire como un gimnasta profesional, pero en su caso, un gimnasta lisiado y quedó empalado por el estómago en una valla de madera, con estacas puntiagudas en su extremo, que delimitaba la zona de compras y la de ocio.
En el otro extremo del centro comercial, a unos 150 metros del aterrorizado Danny y su padre, 2 hojas de cristal cortaron por la mitad a una joven que cruzaba la puerta que repentinamente se cerró tras pasar. La joven partida se fue escurriendo poco a poco y en los cristales que habían actuado en forma de enorme mandíbula, quedó la silueta de la joven impregnada en sangre, al instante esta comenzó a escurrir y a emborronarse toda la marca perfecta que había quedado.
Por si fuera poco, las luces comenzaron a danzar en una funesta danza, apagarse, encenderse, cambiar de color…
Una sirena comenzó a sonar a todo volumen y a clavarse en los tímpanos de las personas supervivientes en aquella locura navideña.
El sistema contra incendios comenzó a expulsar agua por los aspersores del techo y la lluvia se trasladó dentro del centro comercial.
Un joven que se encontraba en mitad de las escaleras metálicas que ascendían hacia la parte superior, donde se encontraban los multicines salió despedido escaleras abajo y los escalones comenzaron a subir a una velocidad inhumana.
En la parte baja de las escaleras se abrió la trampilla de acceso al mecanismo y el joven cayó metiendo medio cuerpo dentro, hasta la cintura.
Las hojas de la escalera que rodaban en una circuito cerrado que iba a mil por hora enganchó por la cadera al joven y esta cercenó la pierna derecha del joven que comenzó a expulsar sangre a chorros. Tras un intento de alejarse de la trampa mortal, el pelo largo que llevaba el desafortunado joven se enganchó en la cadena maldita y debido a la increíble velocidad provocó que la piel desde la cara hasta el pecho se enganchara y saliera despedida subiendo las escaleras como si arriba le esperase un paciente a la espera de una donación de piel. Al llegar arriba salió despedida y se estampó contra una gran cristalera y se quedó allí pegada, como un grotesco cartel formado por piel, pelo y sangre.
El cuerpo del joven cayó sobre las escaleras y estas al pasar por su lado hacían que rebotara una y otra vez como si de un muñeco pelele se tratara.
El ascensor subía y bajaba violentamente con una madre y una hija de unos 4 años aterrorizadas, abrazadas la una a la otra. Este subía y bajaba en tiempo record pareciendo una gran batidora gigante para carne humana.
Tras unos instantes la madre e hija se soltaron y comenzaron a chocar contra las paredes revotando cientos de veces contra el cristal.
Parecía una pelota de goma convertida en ascensor, rebotaban y rebotaban y poco a poco las paredes transparentes de cristal comenzaron a llenarse de líquido rojo.
Al final el ascensor paró en seco escupiendo dos cadáveres deformados y unos cuantos litros de sangre sobre el suelo de la entrada a los multicines.
La anarquía reinaba bajo el techo del centro comercial, cualquier aparato electrónico se había alzado y buscaba venganza por años y años de tiranía humana sobre sus semejantes.
El chip había saltado y se había quedado atascado en una única función. Machacar a los humanos.
El padre con Danny en brazos buscaba desesperadamente una vía de escape, cualquier lugar por donde escapar o resguardarse de aquella locura, pero mirase a donde mirase la locura hacia aparición.
Visualizó una puerta de acero que se cerraba enfrente. La puerta de acceso a los servicios, allí lo máximo que les podría dañar seria el seca manos y con darle un topetazo bastaría.
- Agárrate Danny, vamos a echar una carrera.
Dicho esto enfundó el rostro del joven contra su pecho y salió corriendo.
Una avioneta de unos 70 centímetros  de ala a ala pasó rozando la cabeza del padre pero este lo esquivó sin demasiada dificultad.
Pasaron al lado del simpático Papa Noel y el padre vio lo que había provocado su muerte, el marcapasos instalado en el corazón del papa Noel había estallado.
La mano derecha trataba de sujetarse el pecho para evitar el estallido y la otra reposaba en el suelo envuelta en un gran charco de sangre, tenia entre cerrados los dedos y estos sujetaban un bastón de caramelo blanco que ahora era tenia motas rojas.
Lo salteó y siguió su camino.
Llegaron a la puerta y empujó pero la puerta no cedió.
- Quédate quieto un segundo Danny, voy a tratar de abrir la puerta.
Cogió carrerilla y empujó con todas sus fuerzas con el hombro pero esta no cedió ni un milímetro.
- Mierda… mierda… Danny, vamos, tenemos que buscar otra salida.
- Vale papi, ya saldremos por otro lado respondió el pequeño.
Cuando estaban a punto de marcharse en busca de otra salida la puerta se abrió como por arte de magia y un rostro negro de mediana edad apareció levemente tras la ranura.
Se giraron los dos al escuchar el ruido y vieron a un joven negro que les hacia señas con una mano para que fueran hacia allí.
Entraron rápidamente dejando tras de si la locura, la muerte, los gritos de terror y sufrimiento y el joven que les había salvado cerró fuertemente la puerta.
- Gracias amigo respondió el padre.
- De nada, joder… vaya locura ahí fuera ¿eh? amigo.
- Ni que lo digas.
- Me llamo Pete Urish, venia a por un regalo para mi abuelo pero… la mierda esta estalló y me metí rápidamente aquí, parece que no hay nada que se haya vuelto loco por aquí dentro dijo apuntando con el dedo el final del pasillo, donde se encontraban los servicios.  De vez en cuando se escucha el seca manos encenderse y apagarse solo, las luces van y vienen pero poco más.
- Este es Danny y yo…
La voz del padre quedó en el aire y un gran estruendo se escuchó fuera, dentro del centro comercial.
- ¿Pero que demonios ha sido eso? Gritó Pete.
El padre abrió ligeramente la puerta, lo suficiente para echar un vistazo por una finísima ranura y que nada se pudiera meter.
Tras abrir la puerta una gran polvareda comenzó a filtrarse por la fina ranura y provocó que los tres comenzaran a toser.
- Mierda, me parece que tenemos un problema dijo el padre.
- ¿Qué pasa fuera papi? Preguntó tímidamente Danny.
- Se ha derrumbado el techo, está todo lleno de polvo y hay escombros por todas partes dijo mientras cerraba la puerta y se sentaba usando la puerta de respaldo.
- ¿Qué vamos a hacer? Preguntó Pete.
- No tengo ni idea dijo mientras bajaba la cabeza y la escondía entre sus rodillas.



Pasaron tres horas. Poco a poco el silencio comenzó a rondar por el destartalado centro comercial. Cada pocos minutos se oía desplomar un trozo del techo, una pared caída, una viga partida, gritos agónicos…
Los lamentos tampoco tardaron mucho en cesar, los lloros prosiguieron alrededor de dos horas pero también terminaron por cansarse en aquella ópera mortalmente cruel.
Al poco de que cesara todo ruido, al otro lado de la puerta el sonido de la nieve comenzó a sonar. Ahora hacia aparición la nieve en aquel día de locos.
El sistema de alumbrado de seguridad duró alrededor de 3 horas tras las cuales dio un pequeño bufff y dejó el pasillo hacia los servicios en absoluta oscuridad.
Danny, que hasta ese momento había estado en la máxima calma posible ante una situación como esa, dio un salto y se agarró a su padre hasta tal punto que casi le cortó la respiración.
- Perfecto, ahora si que no tengo ni idea que vamos a hacer dijo Pete.
En las tres horas que habían transcurrido desde que lo conocieran en tan traumatizantes circunstancias se habían puesto al día sobre la vida de cada uno.
Pete resultó ser un chico de 28 años que vivía con sus abuelos ya que se quedó a muy temprana edad huérfano, no tenia hermanos, ni mas familia que sus 2 abuelos.
Trabajaba en un almacén cargando y descargando camiones.
Había acudido al centro comercial a comprar un regalo de navidades para su abuelo y allí concluía su historia.
Tras comprobar que los móviles no funcionaban, lo comprobaron al poco de quedarse encerrados tras intentar llamar y casi quedarse sordos al comenzar a pitar como si se tratase de una sirena de ambulancia.
Había cogido Pete su teléfono y lo había estampado contra la pared haciendo que este saltara en cientos de diminutos pedazos.
El padre no se atrevió a probar el suyo, con una experiencia ya habían tenido suficiente.
- Ahora que parece estar todo más tranquilo, vamos a probar a salir dijo Pete.
- Me parece bien, pero espero que veamos mejor que aquí por que no veo una mierda dijo el padre. – Danny, quédate con Pete, voy a echar un pequeño vistazo a ver si esta el camino despejado.
- Vale, pero date prisa papi, esta todo oscuro y tengo miedo.
- No te preocupes, Pete te cuidara ¿Vale? Dijo dirigiendo una mirada a Pete a lo que el respondió con un guiño al joven Danny.
Se apartaron dos o tres metros y el padre abrió lentamente la puerta.
Una corriente gélida comenzó a filtrarse al pasillo.
Se subió la cremallera de su vieja cazadora y abrió la puerta del todo.
Tras pasar la puerta una pequeña montaña de escombros apareció ante el padre.
La luna se filtraba a través del tejado derrumbado del centro comercial y dotaba de un aspecto fantasmal a aquel sitio donde miles de familias acudían diariamente a hacer las compras, ir al cine o simplemente a pasar la tarde.
Se había derrumbado la mayor parte del techo del centro comercial, el resto se sostenía como con palillos y daba la impresión de que el más mínimo temblor o peso lo derrumbaría como un castillo de naipes mal construido.
Montañas de escombro cubrían el camino hacia la salida, la puerta de cristal había estallado en pedacitos y estos estaban esparcidos por el suelo.
- Vamos, con cuidado chicos, parece que se les han acabado las pilas a esos bichos.
Tras terminar la frase Pete y Danny salieron al pasillo central.
Danny tembló de los pies a la cabeza tras pasar una brisa de aire congelado por su fina cazadora, se puso el gorro de los “Angry birds” y cogió de la mano a su padre y de la otra a Pete, su nuevo amigo.
Avanzaron lentamente, pero sin parar. La sensación de caminar sobre cientos de cadáveres provocaba una extraña sensación en los tres. Sabiendo que centenares o peor aun, miles de cadáveres descansaban bajo sus pies… Le dotaba a la situación un aspecto tétrico, como andar sobre la tierra removida de una tumba recién rellena.
Solo les distanciaban unos 200 metros de la ansiada libertad, todo iba bien de momento…
De vez en cuando un pequeño desprendimiento de las montañas de escombro provocaba un ligero sobresalto pero más allá, no había grandes temores.
Cada vez más cerca de la puerta deshecha de entrada.
Ya solo faltaban unos 100 metros.
Caminaban a trompicones, pues había que sortear toneladas de escombros y el terreno era muy inestable ya que se hundía en varios tramos con pasmosa facilidad.
Un zumbido, como si un enjambre entero de abejas hubiera salido a por comida comenzó a llegar de la parte sur del centro.
Se giraron los tres al unísono como si las tres mentes se hubieran fundido en una sola y vieron bajo la débil luz de la luna como dos aviones, de un metro de ancho más o menos se dirigían a toda velocidad con rumbo fijo y ellos tres en medio.
- Coged piedras chicos gritó Pete mientras se agachaba y recogía trozos de escombros.
Las dos avionetas ya estaban a unos 30 metros prudentes.
La lluvia de escombros comenzó a volar para repeler el ataque aéreo.
Un trozo de piedra del tamaño de una pelota de tenis pasó a escasos diez centímetros del avión de la izquierda, ahora más cerca pudieron ver que uno, el de la izquierda era rojo y el de la derecha verde.
Avanzaban haciendo múltiples piruetas como si de una exhibición aérea se tratase en vez de un kamikaze suicida.
Se cruzaban uno delante del otro e iban directos hacia ellos.
Una piedra un poco más grande lanzada por el padre golpeó de lleno en la avioneta roja y esta describió un arco y se estrelló contra la pared, fue a caer a la puerta abierta que habían dejado ellos tras salir del pasillo de acceso a los servicios. Se revolvió un poco en el suelo como tratando de retomar el vuelo y estalló en una diminuta bola de fuego, una mini bomba atómica, un pequeño hongo nuclear salió de la barriga de la avioneta y comenzó a arder y a tornarse del color de las cenizas.
Danny dio un grito de júbilo y rompió a reír.
Mientras Pete y el padre tiraban sin cesar piedras y trozos de cascotes a la otra avioneta sin demasiado acierto.
El padre se agachó a recoger un trozo de cascote para tirárselo al avión pero se topó con algo blando.
Trató de levantarlo, pero se encontró con que la extraña piedra tenia pelo, miró un poco mejor y comprobó que era una cabeza, de una joven, pálida, sin ningún tipo de color, llena de polvo grisáceo y que se encontraba sin mandíbula. La había agarrado de una de las cuencas de los ojos que se encontraba vacía.
La soltó con asco y siguió buscando un nuevo trozo para tirar.
Agarró una barra de hierro de unos 90 cm. de largo y gritó.
- Al suelo, agacharos, me ocupo yo de esta.
Pete y Danny se agacharon instintivamente tumbándose en el suelo deforme. La avioneta estaba a escasos tres palmos de ellos.
El zumbido provocado por el pequeño motor ahora aullaba con más fuerza.
Blandiendo la barra en el aire el padre esperaba el momento justo, el adecuado, el momento en el que batear y mandar a tomar por culo la avioneta.
Cuando ya la tenia casi encima, trazó un medio circulo en el aire y golpeó con todas sus fuerzas contra el avión.
Este salió disparado con una fuerza sobrehumana y a una velocidad mas rápida de la que venia y se estampó contra el poste de la cartelera.
Se estrelló entre las tetas de una rubia (teñida) que gritaba y tras de si se veía un enmascarado con pocas ganas de abrazarla, más bien de clavarle el cuchillo que blandía.
El cartel estalló soltando miles de virutas de cristal y se fundió en una bola de fuego.
- Vámonos de aquí antes de que vuelvan estas malditas cosas dijo y vio a Danny que se levantaba.
Pete estaba en el suelo, tumbado, parecía no moverse.
- Pete, eh tío, ¿Te encuentras bien?
El padre le indicó a su hijo que se apartara con la mano y dio la vuelta a Pete que estaba rígido como una tabla.
Cuando lo logró se dio cuenta de que de la garganta salía un gran chorro de sangre.
Bajo los escombros, donde se había agachado Pete sobresalía una cuchilla redonda girando como un neumático a 120 en una autopista, de su interior expulsaba sangre.
Se movieron los cascotes y salió una gran sierra mecánica impulsada hacia arriba, con una hoja de unos 20 centímetros de diámetro.
El cadáver de Pete cayó rodando montaña abajo y se quedó en una grotesca posición apoyado en un cartel publicitario, “El mejor pollo se encuentra en Pollos Joe, desearas hincarle el ala a uno de nuestros pequeñajos” decía y el dibujo de un pollito amarillo con la boca abierta apuntaba directamente a la cabeza de  Pete. Aquello era extrañamente cómico en un momento tan trágico.
Danny comenzó a gritar y sacó de su estupor al padre que no dejaba de mirar el cuello ensangrentado de su amigo, se giró y tras mirarlo rápidamente, comprobó que varios pequeños muñecos, como el que había cogido para regalarle, los Chismichus comenzaban a subirle por el abrigo. Ya tenia uno a la altura del cuello y abría y cerraba rápidamente su diminuta boca.
Agarró al que tenia en el cuello y estiró desgarrando el cuello del abrigo de su hijo, pero eso no importaba ahora.
Lo lanzó lo más lejos que pudo.
3 más le subían por el abrigo.
Agarró al segundo y lo tiró al suelo tras lo cual le metió un puntapié lanzándolo mas lejos aun que a su colega envuelto en miles de crujidos internos.
Solo quedaban dos.
Danny agarró a uno de su esponjoso pelo y este se soltó sin demasiada dificultad de su abrigo, lo tiró al suelo y repitió lo que acababa de hacer su padre, aunque este no voló tan lejos como el que había golpeado su padre, también voló un buen trecho.
Solo quedaba uno.
El padre lo agarró por el pelo y tras soltarlo de su hijo notó como algo afilado y frío se adentraba en su estomago.
Miró hacia abajo y vio que aquel diminuto bicho llevaba un pequeño cuchillo, casi una navaja sobresaliendo de su diminuta mano.
La hoja entera había entrado en su abdomen.
Lo tiró lejos con fuerza y la navaja se quedo incrustada en su vientre.
El abrigo comenzaba a tornarse rojo y un fino hilillo de sangre empezaba a salir de su tripa.
- Mierda…
- ¿Estas bien? Gritó aterrorizado Danny.
- Si, tranquilo hijo, Vámonos, corre…
Una horda de pequeños juguetes y aparatos electrónicos se dirigían hacia ellos subiendo la montaña de escombros y cadáveres.
- No… son demasiados dijo tenuemente el padre.
 Danny comenzó a correr por la montaña de escombros, el padre en la retaguardia agachándose constantemente a coger piedras y tirarlas hacia sus atacantes.
Solo faltaban 50 metros. Bajar la última montaña de escombros y salir por la puerta reventada. Ese es el plan.
Dieron el último impulso y comenzaron a descender con cuidado la montaña.
Se escuchó un silbido y algo impacto contra la pierna del padre cercenándole el pie derecho.
El padre cayó al suelo gritando y gimiendo, el pie se quedó sobre el último escalón de la montaña.
Se veía una deportiva negra de la cual salía un trozo de pierna y se acababa en un grotesco muñón, al poco la deportiva y la pierna era un borrón rojo mugriento.
Otro silbido y un disco se estrelló al lado del padre soltando una pequeña chispa al chocar con un cascote.
Giraron la cabeza y vieron una gramola que lanzaba discos compactos a través de su cristal hecho pedazos. Salían los discos volando a una velocidad vertiginosa.
Otro cd pasó zumbando por encima de la cabeza del padre y este provocó que se le moviera el pelo a causa de la brisa.
- Corre hijo, corre lo máximo que puedas y no te detengas, corre hasta la casa más cercana que veas, o un coche, hasta que no veas a una persona no pares de correr, yo no puedo.
Danny había comenzado a llorar y negaba todo el rato con la cabeza, el gorro comenzaba a escaparse de la cabeza debido a las sacudidas de esta.
- Te quiero hijo, recuérdalo, siempre estaré a tu lado, y ahora corre.
- No papa, no puedo.
Un nuevo disco pasó volando y se estrello a  escasos 10 centímetros de la cabeza de Danny.
 - Vete Danny, no puedo andar, dile a mama que le quiero, y recuérdalo. Siempre te he querido y siempre te querré.
Ahora lloraban los dos.
La horda de artefactos electrónicos ahora estaban a escasos 5 metros del padre derrumbado en el suelo y sangrando por el pie cortado.
- Corre hijo, vete ya, ¡¡¡¡¡¡¡Corre!!!!!!!!!!!!
Danny se acercó a su padre, le abrazo rápidamente y le besó en la mejilla. Ese fue el beso más tierno que el padre había recibido en su vida.
Un hijo, menos aun, un niño que a tan corta edad tenia que tomar una decisión como aquella, tenia que concentrarse en jugar, aprender y recibir cariños, no en dejar a su padre a merced de una horda de aparatos que locamente habían cobrado vida.
El padre había comenzado a toser y su boca expulsaba pequeñas flemas manchadas de sangre.
- Te quiero papi, gracias por ser como eres.
El padre se odió a si mismo en ese instante, no podía salvarse el mismo y además lo mas seguro, su chico, su vida, no conseguiría salir con vida de esa encrucijada, se odió por no haberle podido defender de aquel problema, por que para eso están los padres ¿no?, para sacar a los hijos de los problemas cotidianos hasta que tienen edad para valerse por ellos mismos.
Dicho eso, le volvió a besar en la boca y salió corriendo a la calle.
Traspasó la puerta de cristal y se adentró en la gélida noche.
Comenzaba a nevar de nuevo y en dirección al pueblo, a unos 2 km. varias explosiones inundaban el cielo navideño.
Si Papa Noel quería hacer su trabajo esa noche tendría que sortear varias nubes de fuego y humo.







                                                                                                       














































lunes, 28 de octubre de 2013

Código: Génesis X. Capítulo 6, por Maialen Alonso

Ilustración, Kike Alapont

Respirar dolía, incluso la sencilla tarea de pestañear resultaba ser un infierno. Abrió los ojos tanto como pudo intentando mantener la mente clara, pues muchas cosas se dibujaban en ella de manera confusa. Estaba en un lugar desconocido, todo era de un color blanco puro, y cuando fue a levantarse el dolor la recorrió de nuevo terriblemente. Desistió sin volver a intentarlo, se centró en las manos, pero pesaban, instintivamente giró la cabeza y vio que estaban sujetas con algo de color negro.
—Ah… —sentía la garganta reseca, dolorida, y aún tenía aquel asqueroso sabor metálico en cada centímetro de la boca.
La luz que había sobre ella se oscureció, cerró los ojos y los volvió a abrir con pesadez. Había un nuevo rostro sobre ella, no daba tanto miedo, aunque seguramente se debía a su estado de confusión.
—¿Hola? —escuchó— ¿Me entiendes?
—Uhm… —quiso afirmar, pero estuvo a punto de ahogarse con su propia saliva. De repente, volvió a mirarle sorprendida— S-sí… —gimió con una nueva oleada de dolor en el estómago.
—Fantástico, yo a ti también —se sentó a su lado y rió—, parece que el locuum funciona con los terrestres… me pregunto por qué está tu idioma en la base de datos… es curioso.
Shana abrió la boca para intentar decir algo, pero además de no saber qué, no pudo. No entendía lo que ocurría, lo que eran ellos ni de lo que hablaba aquel hombre con piel escamosa, y sin embargo, hermosa.
—Eres… —dejó escapar parte del aire al sentir una fuerte presión en su interior— ¿Mutante?
Erum se inclinó un poco para poder mirar a Shana a los ojos, estaba asombrado por lo que acababa de escuchar, y no estaba seguro de si le resultaba molesto que le llamasen abominación, pues los mutantes no eran más que seres con una evolución fallida. Sin embargo, antes de reprocharle el insulto, se percató de que lo que había leído resultaba ser real, era una terrestre que experimentaba por primera vez el contacto con otro ser vivo fuera de su planeta.
Se preguntaba como sería la sensación, incluso el miedo. Para su raza, los Draghman, hacía tanto tiempo que habían vivido aquello, que se había olvidado por completo, él nació estando su sector dentro del gobierno del Emperador.
—Sé que no estás en buena condición —rompió el silencio tras varios segundos—, estás dolorida y sedada, pero no somos mutantes, y te aconsejo que no uses esa palabra con nadie. Somos de otros planetas.
Shana abrió los ojos de par en par, tanto que por un momento creyó firmemente que se le saldrían disparados, los giró hasta el límite y le miró como si estuviera loco. Quiso gritar, pero su yo interior le dijo que la loca era ella, lo que acababa de decir y todo lo que había visto cuadraba a la perfección. Las cosas comenzaban a tener sentido.
“Qué ironía…” pensó mientras volvía a sufrir un nuevo pinchazo en el brazo. “De estar encerrada, acabo rodeada de alienígenas, esto tiene que ser un sueño, definitivamente lo tiene que ser…”
Se sumió en un profundo sueño que acabaría agradeciendo, pues así dejaba de sentir aquel horrible dolor. Erum se levantó de la silla y agarró un aparato, no tenía ni idea de lo que los bot podrían causar en su organismo, las pequeñas máquinas que todos llevaban les ayudaban a curar sus cuerpos de heridas y enfermedades, pero estaban programadas, y él estaba seguro de que no conocerían el cuerpo de un habitante del planeta llamado Terrenel.
—¿Qué haces? —la puerta se abrió con su típico sonido dejando entrar al capitán— ¿Sigue viva? —se acercó y no escondió su sorpresa porque Shana siguiese respirando.
—Eso parece, estaba a punto de mirar qué hacen los bot —Luzbel anchó una sonrisa y extendió los brazos mientras daba un paso atrás para dejarle trabajar.
Erum se colocó junto a la cama en la que Shana dormía, pasó el aparato que sostenía sobre su cuerpo y una pantalla se iluminó frente a él, en la pared. Los datos aparecían rápidamente, serían difíciles de leer para cualquiera debido a la velocidad a la que salían.
—¿Y?
—Pareces nervioso Luzbel —le miró con una risa en la cara—. Creo que te sientes culpable.
—¿Por qué debería? —estaba claramente molesto por sus palabras— Era imposible saber que iba a ocurrir algo así.
—Lo que tú digas —respondió divertido—. Interesante, parece que están estudiando su cuerpo —comentó centrando toda su atención en los datos—, pero no saben exactamente qué hacer.
Luzbel se cruzó de brazos observando, pues él no entendía absolutamente nada sobre temas médicos. Tras un par de minutos soltó un suspiro y salió de la habitación dejando a Erum concentrado en su estudio, no le haría caso ya, parecía muy interesado en lo que leía, y cuando se ponía así, se sumergía hasta el punto de no saber ni quien estaba a su lado.
Mientras caminaba hacia el puente, pensaba en aquel ser que se debatía entre la vida y la muerte. No lo admitiría, pero sí que se sentía culpable, no llegó ni a imaginar que un golpe tan pequeño la hubiera estado a punto de matar, ¿cómo iba él a saberlo? Aquello le ponía de mal humor.
—¿Se sabe algo, capitán? —Morrik se giró apartando los ojos del cristal.
—No mucho, los bot la están estudiando, imagino que para poder actuar.
—Espero que se recupere —el muchacho parecía afectado y preocupado, Luzbel se acercó a él interrogante—. Parecía muy asustada, capitán… nunca había visto a nadie así.
—Se pondrá bien, no te preocupes.
Luzbel se giró con rapidez y se sentó en su sitió fijando la vista en el exterior de la nave, en el infinito del universo. Tras mirarle un momento, Morrik le imitó y se concentró en trazar las nuevas rutas, tenían que salir de aquel peligroso sector que parecía estar infestado de la flota del Emperador.
En la sala de cuidados, las cosas comenzaban a ir bien, los bot empezaban a comprender el cuerpo de la terrestre, pues Erum vio como los pequeños seres robóticos curaban su destrozado estómago. Pasaron cerca de seis agobiantes horas, el proceso iba más lento que de costumbre, pero no le extrañó teniendo en cuenta que era un nuevo organismo que debían estudiar antes de curar. Sin embargo, le quedó claro que se salvaría.
Una vez pareció que estaba recuperada y fuera de peligro, la llevaron a la misma habitación de la que había escapado, por el momento era mejor tenerla allí encerrada, al menos hasta que pudieran hablar con ella y esclarecer todas las dudas, especialmente la razón de que siguiera viva. También era importante que ella comprendiese su situación, pues de otro modo tendría que seguir retenida.
Shana se revolvió en su cama por el sueño que había tenido, en él aparecían siniestras criaturas que la perseguían. Cuando abrió los ojos, sintió el palpitar de su corazón y no había dolor, aquel horrible e insoportable dolor se había ido por fin, ¿lo había soñado?
“No…” se dijo al ver el techo de color plateado, su habitación no era aquella, sino que era de color violeta.
Se recostó, sentía una debilidad que ya conocía, le pesaban las extremidades del mismo modo que le ocurría tras uno de sus episodios. Miró a su alrededor y reconoció el lugar al instante, era el mismo sitio extraño y vacío del que había escapado, el mismo sitio al que había entrado aquel chico rata.
Se llevó una mano a la cabeza, le dolía y se sentía desorientada, sospechó que la habían sedado y que su estado actual se debía a aquello. Se quedó en la cama sentada mirando fijamente la puerta. ¿Cómo era posible? Todo lo que estaba ocurriendo no podía ser real, era demasiado extraño. Quería que alguien entrase ya para explicarle qué estaba ocurriendo. Lo soportaría, incluso si se trataba del niño con aspecto de rata blanca. Dio un brincó cuando volvió a escuchar el mismo sonido de antes, la puerta frente a ella se volvió a abrir, pero no entró el mismo muchacho que antes llegó cargando la bandeja, entró el extraño hombre de pelo oscuro y ojos raros. Todo su cuerpo se tensó al momento.
Luzbel se quedó quieto en la puerta un momento, se estaban observando el uno al otro, podía ver perfectamente como ella le estudiaba con bastante confusión. Estaba tensa y se agarraba a la sábana color celeste apretando ambos puños con fuerza mientras parecía hacerse cada vez más pequeña. Aunque un poco molesto por su actitud, se dijo a sí mismo que era una reacción lógica, con un suave suspiro que ella no percibió acabó entrando, caminando lentamente hasta quedar a una corta distancia de ella, que agachó la cabeza en signo de clara sumisión mirándole las bastas botas negras y rojas. Tenía miedo, todo el terror que no había sentido al ver todo destruido y a aquella gente muerta la invadía en aquel momento, la razón no era un misterio, recordaba el potente golpe y las oleadas de dolor que habían llegado después, estaba simplemente aterrada porque volviese a golpearla, no quería sentir aquel sufrimiento físico nunca, nunca jamás.
—Erum me ha dicho que ya puedes entendernos —su tono frío la hizo dar un respingo, aún con la cabeza gacha, asintió—. Bien, me llamo Luzbel y soy el capitán —empezaba a crisparle los nervios el hecho de que no le mirase a la cara—. Lamento lo ocurrido, no sabía que pasaría lo que pasó —añadió sin dar rodeos y atrayendo a él los ojos verdes de Shana, que estaba sorprendida.
Solo le miró un segundo, no pensó que fuera a disculparse, la pilló completamente por sorpresa. Seguidamente volvió a concentrar su vista en las botas del hombre extraño mientras se estrujaba las manos nerviosa, esperando algo que no comprendía.
Luzbel dudaba, no estaba seguro de si lograría explicarse con palabras, él no era bueno en aquel tipo de cosas, así que tras pensarlo un segundo, se acabó de acercar a ella provocando que diese un nuevo respingo cuando la agarró con suavidad del brazo, y sin dudar un segundo tiró para levantarla.
—Ven conmigo.
Soltó un pequeño jadeo, le temblaban las piernas y las manos. Salió por la puerta mientras él la arrastraba hacía algún lugar, durante un segundo creyó tan firmemente que la matarían para almorzarla, que llegó a sentirse ridícula.
Tras unos minutos llegaron a una nueva puerta que él abrió con rapidez, volvió a tirar de ella con suavidad y ambos entraron a la estancia. Luzbel la soltó y sintió su mirada de confusión sobre él, entonces hizo un gestó con la cabeza e instintivamente Shana miró al frente.
Dio un pequeño paso, después otro. Era una habitación amplia y vacía a excepción de lo que parecía un alargado sillón de color negro, pero todo carecía de importancia, porque lo que estaba viendo de frente acababa de centrar toda su atención. No tenía palabras para expresarse, ni siquiera estaba segura de lo que sentía, era alguna clase de excitación, confusión y emoción que se mezclaban con aquel miedo a lo desconocido que tanto caracterizaba a los humanos. Pegó ambas manos al cristal y su aliento lo tiñó durante un segundo mientras Luzbel también se acercaba, pero los ojos reflejados que habían aparecido a más de veinte centímetros de su mirada no la descentraron, tenía la mirada fija en el infinito, observaba todas aquellas pequeñas luces brillantes casi con adoración.
—Qué… —soltó un susurro y alzó la cabeza mirando a Luzbel fijamente, como si se diese cuenta de pronto de lo que estaba viendo, pero que no acababa de creérlo.
—Es el universo —respondió sin devolverle la mirada.
Volvió a mirar al frente rápidamente. El universo se extendía oscuro e infinito, estaba allí, era real. Gimió con una renovada confusión y comenzó a sentir las piernas temblar de tal manera que le cedieron, pero no sintió ningún golpe en las rodillas. Sin embargo, sí que sintió un fuerte agarre en la cintura, Luzbel se dio cuenta de que se caería por la impresión y quiso evitarle un nuevo golpe, aún estaba débil.
—No puede ser —casi lloriqueó—, esto es completamente surrealista…
Miró una vez más el amplio espacio que se extendía por todos lados y se llevó una mano temblorosa a la boca. Luzbel abrió los ojos sorprendido cuando comenzó a escuchar una risa que fue subiendo de tono.
—Es increíble —murmuró sin dejar de reír.
Eran tan pocas veces las que había salido de su casa, que las podía contar con una sola mano, era irónico estar ahora allí, con el universo frente a ella. No reía de felicidad, ni siquiera sabía si estaba contenta, era por el simple hecho de su situación.
—¿Estás… bien? —escuchó cerca de su oído.
—No podía ni salir al jardín de casa, y ahora estoy en el espacio rodeada de marcianos.
La frase provocó que volviera a reír nerviosa mientras Luzbel comenzaba a pensar que se había vuelto loca por el shock. Cansado de la situación, la levantó como si no fuera más que un pequeño objeto y la dejó caer sobre el sillón alargado que había en la estancia, seguidamente se colocó frente a ella y la observó atentamente, con la mirada tan seria que la risa de Shana se esfumó de un plumazo. Puso los brazos sobre las caderas y ella escuchó como carraspeaba, volvió a sentirse pequeña y la excitación y emoción que acababa de sentir se  desvanecieron por completo.
—Cuéntame por qué sigues viva.
“¿Por qué sigo viva?”. Se preguntó inconscientemente. “No lo sé…”
—No recuerdo mucho… —comenzó a decir sin pensar en sus palabras, como si hubiera otra Shana en su interior— Estaba durmiendo en mi habitación, me empecé a encontrar mal, muy mal… me levanté y fui a buscar a mi padre, no estoy segura —con cansancio, se llevó una mano a la cabeza— recuerdo todo vagamente, como en un sueño.
—Continua —apremió sin moverse ni cambiar su posición.
—Después recuerdo que mi padre me llevó en un coche, y que me tumbaron —pensó un momento y continuó— ...había gente, y llegaba más, había muchas personas corriendo. Después de eso solo recuerdo que me desperté en un sótano, creo que salí de alguna especie de cámara. Allí todos estaban muertos… desde hacía mucho tiempo.
Se mordió los labios nerviosa y levantó un poco la cabeza para observarle. Se había llevado la mano derecha al mentón, lo acariciaba pensativo mientras miraba hacia un lado, a algún punto del oscuro suelo metálico.
Luzbel barajaba todas las posibilidades, porque por el momento no podrían acercarse al planeta a investigar. Había una flota del emperador apostada cerca y el contacto entre ambos no sería bueno. Aunque bastante improbable, supuso que había permanecido en algún extraño letargo, pero él no conocía nada de los humanos o su tecnología. Sin embargo, aquella hipótesis explicaba muchas cosas.
—¿Por qué estaban… todos muertos? —soltó un susurro tan suave que casi no pudo escucharla.
Vio como él cambiaba su expresión a una de cansancio.
—No sé mucho, pasó hace demasiados ciclos —comenzó diciendo, ella pensó que aquellos ciclos serían años o algo por el estilo—. En la base de datos que tenemos hay poca información. Básicamente os exterminaron para evitar problemas futuros.
La miró a los ojos, en sus palabras no había nada, fueron tan frías que Shana sintió un terrible escalofrío. ¿Así hablaba de un exterminio? Millones y millones de personas habían muerto y para él carecía de importancia. Estuvo a punto de gritar ante lo que sintió como algo ofensivo, pero de un segundo a otro se tranquilizó, porque aquella vocecita de su interior le gritó que él no tenía nada que ver con los humanos.
“Soy igual de fría que él” se dijo, “yo tampoco reaccioné como debía cuando los vi muertos y todo destruido, también soy un monstruo”.
Decirse aquello a sí misma resultó más doloroso de lo que le habría gustado. Los ojos comenzaron a empañársele y los pantalones negros de aquel extraño personaje se volvieron borrosos. Era la única humana viva, ¿qué se suponía que iba a hacer? Tenía miedo, miedo de volver a estar sola.