Ilustración, Kike Alapont
Respirar dolía, incluso la sencilla tarea
de pestañear resultaba ser un infierno. Abrió los ojos tanto como pudo
intentando mantener la mente clara, pues muchas cosas se dibujaban en ella de
manera confusa. Estaba en un lugar desconocido, todo era de un color blanco
puro, y cuando fue a levantarse el dolor la recorrió de nuevo terriblemente.
Desistió sin volver a intentarlo, se centró en las manos, pero pesaban,
instintivamente giró la cabeza y vio que estaban sujetas con algo de color
negro.
—Ah… —sentía la garganta reseca,
dolorida, y aún tenía aquel asqueroso sabor metálico en cada centímetro de la
boca.
La luz que había sobre ella se oscureció,
cerró los ojos y los volvió a abrir con pesadez. Había un nuevo rostro sobre
ella, no daba tanto miedo, aunque seguramente se debía a su estado de
confusión.
—¿Hola? —escuchó— ¿Me entiendes?
—Uhm… —quiso afirmar, pero estuvo a punto
de ahogarse con su propia saliva. De repente, volvió a mirarle sorprendida—
S-sí… —gimió con una nueva oleada de dolor en el estómago.
—Fantástico, yo a ti también —se sentó a
su lado y rió—, parece que el locuum
funciona con los terrestres… me pregunto por qué está tu idioma en la base de
datos… es curioso.
Shana abrió la boca para intentar decir
algo, pero además de no saber qué, no pudo. No entendía lo que ocurría, lo que
eran ellos ni de lo que hablaba aquel hombre con piel escamosa, y sin embargo,
hermosa.
—Eres… —dejó escapar parte del aire al
sentir una fuerte presión en su interior— ¿Mutante?
Erum se inclinó un poco para poder mirar
a Shana a los ojos, estaba asombrado por lo que acababa de escuchar, y no
estaba seguro de si le resultaba molesto que le llamasen abominación, pues los
mutantes no eran más que seres con una evolución fallida. Sin embargo, antes de
reprocharle el insulto, se percató de que lo que había leído resultaba ser
real, era una terrestre que experimentaba por primera vez el contacto con otro
ser vivo fuera de su planeta.
Se preguntaba como sería la sensación,
incluso el miedo. Para su raza, los Draghman, hacía tanto tiempo que habían
vivido aquello, que se había olvidado por completo, él nació estando su sector
dentro del gobierno del Emperador.
—Sé que no estás en buena condición
—rompió el silencio tras varios segundos—, estás dolorida y sedada, pero no
somos mutantes, y te aconsejo que no uses esa palabra con nadie. Somos de otros
planetas.
Shana abrió los ojos de par en par, tanto
que por un momento creyó firmemente que se le saldrían disparados, los giró
hasta el límite y le miró como si estuviera loco. Quiso gritar, pero su yo
interior le dijo que la loca era ella, lo que acababa de decir y todo lo que
había visto cuadraba a la perfección. Las cosas comenzaban a tener sentido.
“Qué
ironía…” pensó mientras
volvía a sufrir un nuevo pinchazo en el brazo. “De estar encerrada, acabo rodeada de alienígenas, esto tiene que ser
un sueño, definitivamente lo tiene que ser…”
Se sumió en un profundo sueño que
acabaría agradeciendo, pues así dejaba de sentir aquel horrible dolor. Erum se
levantó de la silla y agarró un aparato, no tenía ni idea de lo que los bot podrían causar en su organismo, las
pequeñas máquinas que todos llevaban les ayudaban a curar sus cuerpos de
heridas y enfermedades, pero estaban programadas, y él estaba seguro de que no
conocerían el cuerpo de un habitante del planeta llamado Terrenel.
—¿Qué haces? —la puerta se abrió con su
típico sonido dejando entrar al capitán— ¿Sigue viva? —se acercó y no escondió
su sorpresa porque Shana siguiese respirando.
—Eso parece, estaba a punto de mirar qué
hacen los bot —Luzbel anchó una
sonrisa y extendió los brazos mientras daba un paso atrás para dejarle
trabajar.
Erum se colocó junto a la cama en la que
Shana dormía, pasó el aparato que sostenía sobre su cuerpo y una pantalla se
iluminó frente a él, en la pared. Los datos aparecían rápidamente, serían
difíciles de leer para cualquiera debido a la velocidad a la que salían.
—¿Y?
—Pareces nervioso Luzbel —le miró con una
risa en la cara—. Creo que te sientes culpable.
—¿Por qué debería? —estaba claramente
molesto por sus palabras— Era imposible saber que iba a ocurrir algo así.
—Lo que tú digas —respondió divertido—.
Interesante, parece que están estudiando su cuerpo —comentó centrando toda su
atención en los datos—, pero no saben exactamente qué hacer.
Luzbel se cruzó de brazos observando,
pues él no entendía absolutamente nada sobre temas médicos. Tras un par de
minutos soltó un suspiro y salió de la habitación dejando a Erum concentrado en
su estudio, no le haría caso ya, parecía muy interesado en lo que leía, y
cuando se ponía así, se sumergía hasta el punto de no saber ni quien estaba a
su lado.
Mientras caminaba hacia el puente,
pensaba en aquel ser que se debatía entre la vida y la muerte. No lo admitiría,
pero sí que se sentía culpable, no llegó ni a imaginar que un golpe tan pequeño
la hubiera estado a punto de matar, ¿cómo iba él a saberlo? Aquello le ponía de
mal humor.
—¿Se sabe algo, capitán? —Morrik se giró
apartando los ojos del cristal.
—No mucho, los bot la están estudiando, imagino que para poder actuar.
—Espero que se recupere —el muchacho
parecía afectado y preocupado, Luzbel se acercó a él interrogante—. Parecía muy
asustada, capitán… nunca había visto a nadie así.
—Se pondrá bien, no te preocupes.
Luzbel se giró con rapidez y se sentó en
su sitió fijando la vista en el exterior de la nave, en el infinito del
universo. Tras mirarle un momento, Morrik le imitó y se concentró en trazar las
nuevas rutas, tenían que salir de aquel peligroso sector que parecía estar
infestado de la flota del Emperador.
En la sala de cuidados, las cosas
comenzaban a ir bien, los bot
empezaban a comprender el cuerpo de la terrestre, pues Erum vio como los
pequeños seres robóticos curaban su destrozado estómago. Pasaron cerca de seis
agobiantes horas, el proceso iba más lento que de costumbre, pero no le extrañó
teniendo en cuenta que era un nuevo organismo que debían estudiar antes de
curar. Sin embargo, le quedó claro que se salvaría.
Una vez pareció que estaba recuperada y
fuera de peligro, la llevaron a la misma habitación de la que había escapado,
por el momento era mejor tenerla allí encerrada, al menos hasta que pudieran
hablar con ella y esclarecer todas las dudas, especialmente la razón de que
siguiera viva. También era importante que ella comprendiese su situación, pues
de otro modo tendría que seguir retenida.
Shana se revolvió en su cama por el sueño
que había tenido, en él aparecían siniestras criaturas que la perseguían.
Cuando abrió los ojos, sintió el palpitar de su corazón y no había dolor, aquel
horrible e insoportable dolor se había ido por fin, ¿lo había soñado?
“No…” se dijo al ver el techo de color
plateado, su habitación no era aquella, sino que era de color violeta.
Se recostó, sentía una debilidad que ya
conocía, le pesaban las extremidades del mismo modo que le ocurría tras uno de
sus episodios. Miró a su alrededor y reconoció el lugar al instante, era el
mismo sitio extraño y vacío del que había escapado, el mismo sitio al que había
entrado aquel chico rata.
Se llevó una mano a la cabeza, le dolía y
se sentía desorientada, sospechó que la habían sedado y que su estado actual se
debía a aquello. Se quedó en la cama sentada mirando fijamente la puerta. ¿Cómo
era posible? Todo lo que estaba ocurriendo no podía ser real, era demasiado
extraño. Quería que alguien entrase ya para explicarle qué estaba ocurriendo.
Lo soportaría, incluso si se trataba del niño con aspecto de rata blanca. Dio
un brincó cuando volvió a escuchar el mismo sonido de antes, la puerta frente a
ella se volvió a abrir, pero no entró el mismo muchacho que antes llegó
cargando la bandeja, entró el extraño hombre de pelo oscuro y ojos raros. Todo
su cuerpo se tensó al momento.
Luzbel se quedó quieto en la puerta un
momento, se estaban observando el uno al otro, podía ver perfectamente como
ella le estudiaba con bastante confusión. Estaba tensa y se agarraba a la
sábana color celeste apretando ambos puños con fuerza mientras parecía hacerse
cada vez más pequeña. Aunque un poco molesto por su actitud, se dijo a sí mismo
que era una reacción lógica, con un suave suspiro que ella no percibió acabó
entrando, caminando lentamente hasta quedar a una corta distancia de ella, que
agachó la cabeza en signo de clara sumisión mirándole las bastas botas negras y
rojas. Tenía miedo, todo el terror que no había sentido al ver todo destruido y
a aquella gente muerta la invadía en aquel momento, la razón no era un
misterio, recordaba el potente golpe y las oleadas de dolor que habían llegado
después, estaba simplemente aterrada porque volviese a golpearla, no quería
sentir aquel sufrimiento físico nunca, nunca jamás.
—Erum me ha dicho que ya puedes
entendernos —su tono frío la hizo dar un respingo, aún con la cabeza gacha, asintió—.
Bien, me llamo Luzbel y soy el capitán —empezaba a crisparle los nervios el
hecho de que no le mirase a la cara—. Lamento lo ocurrido, no sabía que pasaría
lo que pasó —añadió sin dar rodeos y atrayendo a él los ojos verdes de Shana,
que estaba sorprendida.
Solo le miró un segundo, no pensó que
fuera a disculparse, la pilló completamente por sorpresa. Seguidamente volvió a
concentrar su vista en las botas del hombre extraño mientras se estrujaba las
manos nerviosa, esperando algo que no comprendía.
Luzbel dudaba, no estaba seguro de si
lograría explicarse con palabras, él no era bueno en aquel tipo de cosas, así
que tras pensarlo un segundo, se acabó de acercar a ella provocando que diese
un nuevo respingo cuando la agarró con suavidad del brazo, y sin dudar un
segundo tiró para levantarla.
—Ven conmigo.
Soltó un pequeño jadeo, le temblaban las
piernas y las manos. Salió por la puerta mientras él la arrastraba hacía algún
lugar, durante un segundo creyó tan firmemente que la matarían para almorzarla,
que llegó a sentirse ridícula.
Tras unos minutos llegaron a una nueva
puerta que él abrió con rapidez, volvió a tirar de ella con suavidad y ambos
entraron a la estancia. Luzbel la soltó y sintió su mirada de confusión sobre
él, entonces hizo un gestó con la cabeza e instintivamente Shana miró al
frente.
Dio un pequeño paso, después otro. Era
una habitación amplia y vacía a excepción de lo que parecía un alargado sillón
de color negro, pero todo carecía de importancia, porque lo que estaba viendo
de frente acababa de centrar toda su atención. No tenía palabras para
expresarse, ni siquiera estaba segura de lo que sentía, era alguna clase de
excitación, confusión y emoción que se mezclaban con aquel miedo a lo
desconocido que tanto caracterizaba a los humanos. Pegó ambas manos al cristal
y su aliento lo tiñó durante un segundo mientras Luzbel también se acercaba,
pero los ojos reflejados que habían aparecido a más de veinte centímetros de su
mirada no la descentraron, tenía la mirada fija en el infinito, observaba todas
aquellas pequeñas luces brillantes casi con adoración.
—Qué… —soltó un susurro y alzó la cabeza
mirando a Luzbel fijamente, como si se diese cuenta de pronto de lo que estaba
viendo, pero que no acababa de creérlo.
—Es el universo —respondió sin devolverle
la mirada.
Volvió a mirar al frente rápidamente. El
universo se extendía oscuro e infinito, estaba allí, era real. Gimió con una
renovada confusión y comenzó a sentir las piernas temblar de tal manera que le
cedieron, pero no sintió ningún golpe en las rodillas. Sin embargo, sí que
sintió un fuerte agarre en la cintura, Luzbel se dio cuenta de que se caería
por la impresión y quiso evitarle un nuevo golpe, aún estaba débil.
—No puede ser —casi lloriqueó—, esto es
completamente surrealista…
Miró una vez más el amplio espacio que se
extendía por todos lados y se llevó una mano temblorosa a la boca. Luzbel abrió
los ojos sorprendido cuando comenzó a escuchar una risa que fue subiendo de
tono.
—Es increíble —murmuró sin dejar de reír.
Eran tan pocas veces las que había salido
de su casa, que las podía contar con una sola mano, era irónico estar ahora
allí, con el universo frente a ella. No reía de felicidad, ni siquiera sabía si
estaba contenta, era por el simple hecho de su situación.
—¿Estás… bien? —escuchó cerca de su oído.
—No podía ni salir al jardín de casa, y
ahora estoy en el espacio rodeada de marcianos.
La frase provocó que volviera a reír
nerviosa mientras Luzbel comenzaba a pensar que se había vuelto loca por el
shock. Cansado de la situación, la levantó como si no fuera más que un pequeño
objeto y la dejó caer sobre el sillón alargado que había en la estancia,
seguidamente se colocó frente a ella y la observó atentamente, con la mirada
tan seria que la risa de Shana se esfumó de un plumazo. Puso los brazos sobre
las caderas y ella escuchó como carraspeaba, volvió a sentirse pequeña y la
excitación y emoción que acababa de sentir se desvanecieron
por completo.
—Cuéntame por qué sigues viva.
“¿Por
qué sigo viva?”. Se
preguntó inconscientemente. “No lo sé…”
—No recuerdo mucho… —comenzó a decir sin
pensar en sus palabras, como si hubiera otra Shana en su interior— Estaba
durmiendo en mi habitación, me empecé a encontrar mal, muy mal… me levanté y
fui a buscar a mi padre, no estoy segura —con cansancio, se llevó una mano a la
cabeza— recuerdo todo vagamente, como en un sueño.
—Continua —apremió sin moverse ni cambiar
su posición.
—Después recuerdo que mi padre me llevó
en un coche, y que me tumbaron —pensó un momento y continuó— ...había gente, y
llegaba más, había muchas personas corriendo. Después de eso solo recuerdo que
me desperté en un sótano, creo que salí de alguna especie de cámara. Allí todos
estaban muertos… desde hacía mucho tiempo.
Se mordió los labios nerviosa y levantó
un poco la cabeza para observarle. Se había llevado la mano derecha al mentón,
lo acariciaba pensativo mientras miraba hacia un lado, a algún punto del oscuro
suelo metálico.
Luzbel barajaba todas las posibilidades,
porque por el momento no podrían acercarse al planeta a investigar. Había una
flota del emperador apostada cerca y el contacto entre ambos no sería bueno.
Aunque bastante improbable, supuso que había permanecido en algún extraño
letargo, pero él no conocía nada de los humanos o su tecnología. Sin embargo,
aquella hipótesis explicaba muchas cosas.
—¿Por qué estaban… todos muertos? —soltó
un susurro tan suave que casi no pudo escucharla.
Vio como él cambiaba su expresión a una
de cansancio.
—No sé mucho, pasó hace demasiados ciclos
—comenzó diciendo, ella pensó que aquellos ciclos
serían años o algo por el estilo—. En la base de datos que tenemos hay poca
información. Básicamente os exterminaron para evitar problemas futuros.
La miró a los ojos, en sus palabras no
había nada, fueron tan frías que Shana sintió un terrible escalofrío. ¿Así
hablaba de un exterminio? Millones y millones de personas habían muerto y para
él carecía de importancia. Estuvo a punto de gritar ante lo que sintió como
algo ofensivo, pero de un segundo a otro se tranquilizó, porque aquella
vocecita de su interior le gritó que él no tenía nada que ver con los humanos.
“Soy
igual de fría que él” se
dijo, “yo tampoco reaccioné como debía
cuando los vi muertos y todo destruido, también soy un monstruo”.
Decirse aquello a sí misma resultó más
doloroso de lo que le habría gustado. Los ojos comenzaron a empañársele y los
pantalones negros de aquel extraño personaje se volvieron borrosos. Era la
única humana viva, ¿qué se suponía que iba a hacer? Tenía miedo, miedo de volver
a estar sola.
No hay comentarios:
Publicar un comentario