EL FURGÓN
Carlos J. Benito
Tomas conducía por la avenida Main. Estaba eufórico, le acababan de entregar el nuevo furgón blindado para hacer el reparto. Era lo último en seguridad. Lo que más le llamó la atención, era que disponía de unas rejillas que al accionarse mediante una pequeña manivela o un botón, las giraba y bloqueaba las ventanas. En caso de verse inmerso en un tiroteo, estarían bien protegidos. Pero no se engañaba, su trabajo en la empresa de seguridad Sutton, no era nada emocionante. Roadsville era una ciudad muy pequeña y con un índice de delincuencia extremadamente bajo. De hecho, podrían hacer las recogidas en una camioneta de helados y no perderían ni una sola saca.
Atrás Rom era el jefe, por decirlo de alguna manera. A sus sesenta y dos años, estaba cercano a la jubilación, su pelo corto y canoso, su cara arrugada, constituían la prueba irrefutable de que ya llevaba muchos años en ese trabajo. Dave era el más joven de grupo, alto, desgarbado y peli rojo, no contaba más de veinte y dos años de edad. Para el todo era emocionante. A decir verdad, el sólo hecho de llevar un arma, hacía que aquel trabajo le mereciera la pena.
Tomas era moreno, alto y más o menos se conservaba en buena forma. Tenía cuarenta años, y como muchos de la profesión, estaba soltero. Los vigilantes no solían disponer de mucho tiempo libre debido a sus largos turnos de trabajo y su insignificante sueldo, por lo que la mayoría o estaban divorciados o eran solteros. Algunos todavía vivían con sus padres. Nada que ver con esos cuerpos de seguridad de las películas.
Aceleró la marcha y se desvió hacia la calle Roffman. Al final de la calle Main, parecía haber un altercado. Mucha gente se arremolinaba junto a varios coches volcados. Tomas agarró el comunicador de la radio del blindado y llamo a la central.
- ¿Lisa, me escuchas?
- ¡Dime Tomas!
- Me he desviado de la ruta. La calle Main está abarrotada de gente, no sé qué diantres pasa, pero es un caos, ha habido varios accidentes.
- Ok. Algo he escuchado por la radio. No es el único suceso. En Timeland y Raunin, se han registrado numerosos actos de vandalismo.
- ¿Qué carajo pasa? De repente este pueblo parece New York.
- ¡Dios mío! ¡No! ¡Suélteme!
- ¡Lisa que pasa!
Pero Lisa no contesto, en su lugar solo se escuchaban ruidos extraños, gruñidos y estática. Tomas se frotó la cara, no le gustaba nada lo que estaba pasando pero no podía dejar sin hacer la ruta. Si todo resultaba ser una falsa alarma y no cumplía con su trabajo, como mínimo le sancionarían de empleo y sueldo.
Pulso el botón para activar el intercomunicador del furgón donde estaban sus compañeros.
-¡Rom! Lisa me ha contado que hay varios follones en la ciudad y de repente la he escuchado gritar algo y ya no he podido contactar con ella.
-¡Tranquilo! Hoy era su aniversario, Dexter le habrá dado una sorpresa y ahora estará pasándoselo bien, mientras nosotros curramos.
-¡Estamos llegando al Banco Jeffcom! Chicos tened cuidado.
-¡Si mama! Refunfuño Rom.
Los dos vigilantes salieron del furgón y entraron en el banco. Todo parecía en orden. Tomas reviso su hoja de ruta, tres paradas más y terminarían su turno. Puso la radio y sintonizo Times Road la emisora local de noticias. El comentarista parecía bastante alterado.
-Esto es increíble, toda la ciudad parece haber sido tomada por un virus de pura locura. Los escaparates de la mayoría de las calles han sido destrozados, la gente es atacada en plena calle y la policía es incapaz de controlar el tumulto.
Se hizo el silencio durante unos minutos.
-Esto es una locura, me dicen que la gente no solo se ataca entre sí, sino que además actúan como caníbales. Tengan mucho cuidado si están en la calle, les aconsejo que vuelvan a casa y cierren puertas y ventanas. La guardia nacional ha sido avisada.
Se escucharon gritos y cristales rotos, después todo quedo en calma y ninguna emisora de radio parecía emitir. Los repentinos golpes en la puerta trasera lo sobresaltaron. Dave golpeaba la puerta mientras disparaba a varios tipos que se acercaban a él. Tomas abrió la puerta y Dave entro de un salto, cerró la puerta y grito a Tomas que arrancara.
-¿Y Rom?
-Tío, ha sido una locura. Ha sido una locura. Soltó su arma en el asiento y se agarró la cabeza con ambas manos, mientras se movía en un acto parecido a acunarse. Estaba en estado de shock.
-¡Dave! ¡Qué coño ha pasado!
-Entramos en el banco y todo estaba cubierto de charcos de sangre. Había varios cuerpos tendidos en el suelo, desmembrados, tenían las entrañas fuera. Rom se acercó a la ventanilla y el cajero le salto encima. No paraba de morderle. Una anciana y dos tipos se tiraron al suelo, lo estaban devorando. Cinco tios me perseguían y por más que les disparaba, seguían tras de mí. ¡Están todos locos!
Varios hombres golpeaban los costados del furgón, uno de ellos se puso justo en medio de la calle y Tomas apenas si consiguió esquivarlo. La pequeña y aburrida ciudad se había transformado en un nido de violencia. Avanzó a toda velocidad calle tras calle, en dirección a la empresa de seguridad. Por el camino vieron más y más escenas dantescas. Cuando llegaron a la empresa Tomas detuvo el furgón lentamente en la explanada del aparcamiento. Había varios furgones abiertos y manchas de sangre en las puertas. Tomas toco el claxon varias veces. Pero no noto actividad en ninguna ventana. ¿Qué había pasado con sus compañeros? ¿Estarían todos muertos? La respuesta no tardo en llegar. Lisa, junto con varios vigilantes salieron por la puerta principal. Avanzaba con los ojos en blanco, con las ropas destrozadas y los cuerpos destrozados. Tomas arranco y se alejó de allí. En un primer momento pensó en ir a la comisaria, pero cuando llamó por radio y no obtuvo respuesta, desestimo la idea. Tomo la salida a la autopista y condujo lo más rápido que le fue posible. Pero no tardo mucho en tener que frenar. No era el único que tuvo esa idea, la autopista estaba colapsada y varios kilómetros más adelante un accidente con un camión la había bloqueado. Intento dar la vuelta pero en ese momento, el furgón emitió algo similar a un quejido y se apagó todo el sistema eléctrico.
-¿Por qué paras?
-No he sido yo, algo ha fallado en el sistema eléctrico.
Reviso la caja de fusibles, uno de ellos se había quemado. Tal vez pudiera sustituirlo por otro, miro en la guantera para ver si habían dejado allí el manual del furgón. Pero no estaba. Rebusco por todos sitios, pero nada. Cuando Tomas levanto la cabeza y miró al frente quedo aterrado. Unas cien personas se acercaban lenta y torpemente a ellos. Accionó manualmente los cierres del furgón. Dave pego un respingo.
-¿Qué pasa Tomas?
A través de la pequeña ventana blindada Tomas le miró y señalo la carretera. Dave se agarró la cara aterrorizado. Minutos después aquellas personas destripadas, desfiguradas horriblemente, desmembradas y algunas incluso quemadas, se aferraban a las puertas del furgón tratando de abrirlas.
Varios de ellos treparon al techo y al capo intentando romper los cristales. No podrían romper los cristales ni abrir las puertas, pero aun así aquella visión haría perder la cordura a cualquiera. Y así fue. Dave se puso la pistola en la boca y disparó. Tomas lo miró, el joven risueño, algo pedante que esta mañana se había subido al furgón rebosante de vida, ahora estaba muerto con sus sesos esparcidos por todo el habitáculo. Consciente de su situación, se agachó de nuevo y probó a cambiar varios fusibles de lugar pero esto provoco un cortocircuito y quemo los demás fusibles.
-¡Mierda!
Ahora estaba atrapado en un vehículo blindado, que no volvería a moverse. Allí encerrado, no tenía ninguna opción, pero si salía del furgón lo devorarían. Agarró su pistola y comprobó que estaba cargada. La soltó en el asiento contiguo.
- Aún no, pensó.
Pero lo más probable es que tarde o temprano, cuando el hambre y la sed lo debilitaran, no tendría más remedio que pegarse un tiro.
Miró en su pequeña mochila. Por suerte esa mañana había desayunado bastante y no comió nada durante el turno. Disponía de un bocadillo, una botella de agua de dos litros y una lata de refresco. Abrió otra vez la guantera y sacó un paquete de frutos secos que guardo al poco de subirse al furgón. Rompió el envase y cogió varias avellanas. Pero comer viendo aquellas caras era demasiado. Accionó la manivela que bajaba las rejillas metálicas, la amenaza seguía estando allí pero al menos no los veía. Junto a la manivela de bajada, había otra que permitía girar las rejillas de la persiana para tener visión del exterior, pero por el momento fuera no había nada que ver. Agarró el paquete y siguió comiendo. No tenía ni idea de cuánto tiempo tendría que pasar allí dentro, ni siquiera si saldría de allí.
Con gran dificultad consiguió dormir algo. Cuando despertó giro un poco la manivela para ver cómo estaba el panorama fuera. No había cambiado mucho, seguía habiendo seres en el furgón, que cobraron mayor actividad al ver moverse las rejillas. Toda la autopista estaba plagada de ellos, vagaban de un lado a otro sin rumbo. Agarró su walkie sin muchas esperanzas, aunque funcionaba con baterías, no pensaba que pudiera captar ninguna señal.
Fue cambiado de canal en canal, pero no captaba nada. Lo soltó en el salpicadero. Cerró nuevamente los ojos e intento volver a dormir, cuanto menos tiempo estuviera despierto menos energía, comida y bebida consumiría. Pero lo mejor es que mientras no estuviera consciente, no sufriría aquella tensión. Se escucho un ruido en el walkie, lo ignoró, debía tratarse de alguna interferencia. Cuando una voz hizo vibrar el altavoz, abrió los ojos y cogió el walkie.
-Aquí el centro de control de la guardia nacional. La autopista ha sido bloqueada, no intenten usarla. Está plagada de seres infectados, en breve varios aviones de combate procederán a limpiar la zona. Repito, que nadie use la autopista bajo ningún concepto. La voz se apagó.
Quizás estuviera cambiando de canales para transmitir el mensaje al mayor número de personas. Tomas metió la comida de nuevo en la mochila, apago el walkie y lo guardo en uno de los bolsillos. Cuando los aviones llegarán, usarían tanto misiles como armamento pesado. Si todo aquello no hacia volar en pedazos el blindado, lo dejaría en muy mal estado, en cualquier caso debería abandonar la zona rápidamente. Tal vez acabaran con todos los seres y pudiera seguir la autopista y más adelante encontrar algún vehículo en buen estado.
Pasaron varias horas y no había ninguna novedad. Se colocó el chaquetón y aseguró su munición. Enfundó su pistola y preparó su escopeta reglamentaria. Giró la manivela para dejar la persiana totalmente cerrada. Pocos minutos después, se dejaron escuchar las primeras explosiones y el ruido de motores a reacción de los aviones. La autopista tembló, pudo sentir como parte de ella se derrumbaba. Un avión debió quedarse sin misiles porque empezó a acribillar el terreno. El blindaje resistía las duras acometidas de los proyectiles. Los seres caían al suelo destrozados, se escuchaban caer desde el furgón. El tintineo de las balas y los coches estallando. Un misil impacto contra el blindado y este se elevo varios metros en el aire hasta caer de lado. Dentro Tomas tuvo suerte, pues no se había quitado el cinturón de seguridad. Miró las puertas, pero en principio estaban intactas. Fuera los aviones se alejaban y todo volvía a estar en calma. A pesar de la incomodidad, se quedo dentro, de noche no podía salir fuera. A la mañana siguiente, giró la manivela al principio poco a poco, luego al ver que no había nada cerca o al menos vivo, la abrió por completo. Los seres estaban destrozados en el suelo y no parecía haber ninguno activo. Abrió la puerta y con precaución asomó la cabeza, salió fuera y se encaramó al costado del furgón. El espectáculo era asolador, todo a su alrededor echaba humo o estaba quemado. La buena noticia era que no había ni rastro de los seres. Entro dentro del blindado y abrió la puerta de la parte trasera donde estaba el cadáver de Dave. Regreso al exterior y entro dentro del habitáculo donde se transportaba el dinero. Ver a Dave, no fue nada agradable. Registró sus mochilas en busca de comida, recogió el armamento y munición disponible. Vació una saca grande de dinero y lo metió todo dentro. Cerró la puerta exterior y miró a Dave por última vez.
-¡Lo siento chico!
Se colgó la saca a la espalda y agarró nuevamente su escopeta. A lo lejos pudo ver los restos del camión. Tardó en llegar, pero cuando lo hizo, apretó los dientes y frunció el ceño. La autopista estaba derrumbada. Se sentó dejando colgar los pies en el aire. Por uno de los costados, casi colgando, había quedado la barandilla. Era demasiado arriesgado, pero tras el, reconoció un ruido que le era desagradablemente familiar. Se tiró al suelo y miro por debajo del camión. Se acercaban seres, casi se cae al vació cuando apareció a pocos centímetros de él, la cabeza de un ser que no tardo en meter la mano intentado alcanzar su cara. Ya no tenía opción. Corrió hacia la barandilla y se deslizo hasta el otro tramo de la autopista. En el otro lado los vehículos parecían menos dañados. Con cautela fue revisándolos. Por fortuna la mayoría fueron abandonados. La guardia nacional debió colocar el camión como barrera y volar esa parte para cortar el paso a los seres que consiguieran salvar el obstáculo del camión. Una medida desesperada aunque inútil, porque los seres que cayeran al vacío, se arrastrarían por el suelo y seguirían. Continuó la marcha hasta llegar a la zona donde se acababa el atasco. Allí encontró un Land Rover. Lo revisó de cabo a rabo. No estaba dispuesto a que un ser saltara sobre él desde el asiento trasero, como solía ocurrir en las películas. Tenía el depósito lleno. Los que lo abandonaron no querían quedarse tirados cerca de la ciudad. Antes de largarse, reviso los coches en busca de más suministros, aunque no consiguió gran cosa. Monto en el todo terreno y echo los seguros. El sonido del motor le pareció glorioso. Lentamente se alejó del lugar.
Condujo hasta casi quedarse sin gasolina. No le hacía gracia, pero tenía que repostar, opto por tomar una salida a una de las estaciones de servicio. La primera que encontró, estaba demasiado llena de coches y supuso que podía quedarse atascado en caso de urgencia. La siguiente estaba totalmente vacía. Aparcó el coche, abrió el depósito y metió la manguera en el. Esa era la parte fácil, lo difícil sería entrar dentro de la oficina y conectar el surtidor. No tenía ni idea de que se encontraría dentro. Caminó hacia la oficina, tiró de la puerta y una campanilla tintineó alegremente. Un ser salió de detrás de una estantería y otro más de una habitación en la que no había reparado. Disparo a la cabeza del primero y después del segundo. No sabía si eso era lo mejor, pero en las pelis de zombis, siempre funcionaba. Se movió con rapidez paso al otro lado del mostrador y accionó todos los surtidores. Después agarró una cesta y tomó toda la comida que pudo de la zona de tienda. Corrió hacia el vehículo y conecto la manguera. Metió todas las cosas en el coche. ¿Habrían escuchado esos seres el ruido de los disparos? Tal vez no hubiese ninguno más cerca o quizás miles de ellos acecharan tras el espeso bosque que rodeaba la estación. Cuando escucho el click de la manguera creyó ver a Dios.
- ¡Por fin!
Tiró de la manguera y justo cuando iba a soltarla, desde el bosque vio como varios seres se acercaban entre la maleza a paso rápido. Volvió a conectar la manguera y la bloqueo para que no se cortara el flujo de gasolina. En pocos minutos, un gran charco de gasolina cubría el suelo de la estación. Tomas subió al vehículo y salió pitando de allí. Por el retrovisor podía ver a los seres invadiendo la gasolinera, dispuestos a seguirle. Pero había algo que él tenía muy claro, no quería compañía. Paro el vehículo y bajo de él. Saco su pistola y disparó a los surtidores. A aquella distancia no tendría mucha precisión al disparar, pero conque unas chispas cayeran en la gasolina sería suficiente. Al segundo disparo la estación exploto, arrasando a sus ocupantes. Regreso al todo terreno y reanudo la marcha.
El camino fue bastante tranquilo, de vez en cuando atropellaba algún ser, pero básicamente discurrió sin problemas.
Cincuenta kilómetros después, ocurrió lo impensable. Un Jeep militar salió de la nada y le cortó el paso. Uno de los soldados bajo del Jeep, mientras el conductor mantenía el motor en marcha y otro de pie dirigía una ametralladora montada en el chasis del vehículo hacia el todo terreno. Con precaución el soldado se acercó a él y le hizo señas para que bajara la ventanilla.
-Soy el soldado de la guardia nacional Jeff Madison. Continué recto, a unos dos kilómetros encontrara una pequeña base militar. Estamos evacuando, la zona ya no es segura.
Los dos vehículos se alejaron a toda velocidad. Cuando llegaron a la base casi todos los vehículos habían sido abandonados y la mayoría de las personas subían a helicópteros de transporte. Tomas escondió su pistola, consciente de que no lo dejaría subir al helicóptero con armas. Bajo del coche y siguiendo las indicaciones de un teniente, corrió hacia un helicóptero que estaba a punto de cerrar la compuerta de carga. Entro dentro ayudado por varios soldados y casi lo sentaron a la fuerza, colocándole un cinturón de seguridad. La puerta se cerró. Desde el aire pudo ver cómo los últimos soldados eran evacuados en un helicóptero. El extraño convoy se alejó en el aire. Mientras un escuadrón de bombarderos se dirigía hacia la ciudad. Si alguien quedaba con vida, aquello sería su fin.
¿Qué sería de ellos? ¿Hasta dónde llegaría la infección?
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