Ilustración: Carlos Rodón
Amaneció y me marché.
La distancia hasta el portal se llenó de oscuridad.
No tuve tiempo de rectificar, únicamente me pude alejar.
Falsa honestidad, falsa debilidad, falsa impudicia.
Vivo, no sé por qué. Sigo sin comprender.
No quedan excusas, pienso en lo que hice, sólo quiero desvanecerme.
Este sueño puede más, en su punto de inflexión arde ese
maldito lugar.
Inmortalidad. No pararé el tiempo, enterraré ese final,
caminaré con honor.
Consagraré el no poder vivir una vida normal, sigo mi sueño.
Reanimaré la indiferencia llegando a pensar en lo que dejé
atrás.
Ese triste amanecer en el que se olvidó la ilusión, un largo
viaje sin acabar.
Cuantos instantes sin recordar, quizá mañana, una promesa
sin aceptar.
Me golpea el silencio sin cesar en ésta alborada de
ansiedad.
La luz que me guiaba se esfumó, debo marchar, soportar otro
adiós.
Mientras me exaspero siento miedo por lo que tengo que
hacer.
Nunca mostraré compasión, no existe lamento posible, sé que
no hay nada más.
Sólo queda mi inmortalidad, puedo vivir sin respirar, necesito
volver a creer.
Pido fuerzas por última vez, sinceramente no sé a quién.
Comienza otra noche más y no puedo preguntarme cual será el
final, francamente no sé cómo.
Sólo queda esta maldición que he de aceptar sin rencor.
Cuántos deseos sin realidad, lo lamento, sólo intento
serenar ésta aridez.
Encerraré el alma en donde la sentí serena, no tiene sentido
pedir perdón.
¿Dónde queda ahora el valor? Haré que cada instante sea
constante, no quiero ver más allá.
A cada nueva luna esconderé la incertidumbre que invade mi
razón.
Bajo la seguridad de tener que continuar esta inmortalidad.
Muy bueno Carlos sigue así.
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