Ilustración: Kike Alapont
Se escuchaba el eco de un irritante pitido que resonaba tan fuerte que habría despertado a los muertos de sus tumbas. La suciedad cubría todo y la poca luz que había procedía de los mandos y paneles que claramente se habían colocado desordenadamente y sin tiempo.
El aparato más grande y alargado se abrió unos milímetros expulsando una espesa nube blanquecina y helada que salió con fuerza de su interior. El delicado proceso que conllevaba la descongelación tardó varias horas en acabar, por suerte, James modificó el programa añadiendo un nuevo protocolo para que, en caso de acabarse la energía, automáticamente liberase y despertase a Shana. Debía ser un proceso lento, ya que su cuerpo mantenido a varios grados bajo cero debía acondicionarse antes de despertar del letargo.
—Uhm… —sentía un hormigueo por todo el cuerpo.
Abrió los ojos con pesadez, solo vio oscuridad y pequeñas luces borrosas. Se incorporó después de un rato y se llevó una mano a la cabeza, sentía un martilleo horrible y ganas de vomitar, pero gracias a dios tenía el estómago vacío.
—¿Dónde… dónde estoy? —preguntó tosiendo varias veces— ¿Papá?
Tragó saliva con dificultad y se puso en pie. Se tuvo que agarrar a la cámara abierta porque las piernas no le respondían, las sentía débiles y se tambaleaba. Respiró varias veces intentando tranquilizarse, cuando se sintió un poco más fuerte y menos desorientada, se quedó mirando aquella cosa de la que acababa de salir.
—¿Qué es esto? —dio unos pasos mientras pasaba una mano sobre el aparato cubierto de mugre.
Se sentó con el ceño fruncido e intentando recordar, pero lo último que había en su mente era el ataque que había sufrido en plena noche, después de aquello no había nada más que dolor y la sensación de sueño.
—Vale —se puso en pie de nuevo—, si estoy aquí es por algo. Tuvo que ser papá… estoy segura, y si ha sido él, tuvo que dejarme algo.
Comenzó a tantear a su alrededor, pero casi no había nada. En el suelo, junto a una de las máquinas con cables encontró una linterna que tenía una luz suave, indicio de que quedaba poca batería, pero con su luz pudo ver a su alrededor las paredes y todo lo que allí había.
—Parece un sótano. ¿Y qué diantres es esto? —hizo un gesto levantando ambos brazos mientras iluminaba la cámara.
Suspiró mientras se dejaba caer de rodillas y apoyaba la cabeza sobre ambas manos, había muchas preguntas sin respuesta y mucha confusión. Cuando fijó la vista al frente, vio en la parte baja de la cámara una pequeña línea y una hendidura, el espacio perfecto para meter la mano. Instintivamente alargó el brazo, metiendo los finos dedos y tirando, se movió ligeramente pero parecía atascado, después de ejercer un poco de fuerza se acabó abriendo un pequeño compartimento en el que había una mochila de pequeñas proporciones y unos papeles.
—Es la letra de papá… —dijo cogiéndolos— Pero no se ve muy bien lo que está escrito.
Comenzó a leer las partes legibles esperando poder unir las palabras para comprender algo sobre su insólita situación.
“Shana… ya no estaré… ataque… cielo… te dejo medicina… sé fuerte… mamá y… te queremos… no sé… estarán las cosas… mal… vive”.
Frunció el ceño sin entender demasiado, abrió la pequeña bolsa para meter los papeles y vio varios frascos de cristal e inyecciones, no se sorprendió, pues llevaba sus veinte años de vida recibiendo pinchazos para poder vivir.
—Será mejor que salga de aquí.
Abrió la puerta y caminó por el oscuro y frío corredor con la linterna en la mano y la bolsa colgada al hombro. Era curioso, pero se sentía llena de fuerza, era una sensación que ni siquiera recordaba haber tenido jamás.
Subió por unas incómodas escaleras metálicas, había muchas, pero su cuerpo parecía soportarlo, de nuevo se sorprendió, pero decidió parar cada varios escalones por si acaso, no quería forzarse demasiado y tener un nuevo ataque. Después de un rato salió por una puerta de seguridad y vio que se encontraba en alguna clase de oficina, porque había pequeños despachos por todos lados y puertas con ventanas de cristal.
—Cada vez entiendo menos… —murmuró caminando por el lugar que estaba claramente abandonado.
Intentó abrir algunas puertas pero fue imposible, entonces se fijó que en la pared junto a ellas había un pequeño dispositivo para meter tarjetas-llave como las que su padre James siempre usaba y tenía. Así que pensó que tal vez con una, podría salir.
—Pero si no hay electricidad… —miró a su alrededor buscando algo que pudiera ser de ayuda— Tal vez allí.
Al final del ancho pasillo había un despacho con la puerta a medio abrir, parecía más grande que los demás así que supuso que sería de alguien importante. Sin perder tiempo caminó hacia allí.
Observó el lugar cuando ya estaba dentro, parecía un despacho normal, una mesa grande, algunos armarios, fotos familiares… La silla estaba girada, así que se acercó y le dio la vuelta, en aquel momento gritó tan fuerte que sintió una punzada en la garganta, al dar un paso atrás tropezó para caer al suelo golpeándose el trasero.
— Esto... no...
Su cara expresaba el terror que estaba comenzando a inundarla por completo. En la silla había una persona sentada, o al menos lo que quedaba de ella, porque no había más que ropa hecha jirones y un cuerpo esquelético sin un solo pedazo de piel. Al cuello tenía algo colgado, una de las cosas que necesitaba para salir, la tarjeta.
—Dudo que esto sea un sueño, porque me duele… —se levantó frotándose el trasero— En la carta de papá ponía algo de ataque… no sé a qué se referirá, pero esto no es normal, lleva muerto mucho tiempo…
La muerte en sí no le preocupaba, había dejado de temerla hacía muchos años. Shana era más consciente que el resto de la población de que moriría por su enfermedad, pero ver aquello había sido una terrible sorpresa, y bastante desagradable en su opinión.
—Tengo que salir de aquí y saber qué está pasando… —se acercó al cuerpo y agarró la llave, cuando intentó sacarla con toda la delicadeza de la que fue capaz, el cráneo cayó al suelo con un ruido seco— Lo siento...
Se alejó sin dejar de mirar al hombre un poco incómoda por lo que acababa de suceder y salió del despacho. Su siguiente paso era buscar algún generador, necesitaba una fuente de energía o algo que pudiese encender las puertas, ya que de otra manera jamás saldría. Dio vueltas y entró en otros despachos, no parecía haber más muertos en el lugar, cosa que agradeció, no se sentía cómoda profanando los restos de nadie.
—Esto me servirá —en la mesa de uno de los últimos despachos había una goma para el pelo—, hay mucho polvo por aquí.
Se recogió la melena castaña clara en una coleta alta que aun así, le llegaba por las caderas. Resultaba un poco incómodo llevarlo suelto allí, en casa estaba acostumbrada, pero nunca salía de ella.
—¡Es verdad! —gritó sorprendiéndose de pronto y mirando a su alrededor con un renovado interés que brillaba en sus ojos verdosos— Es la primera vez que estoy en otro lugar que no sea en casa...
Cuando era pequeña había salido algunas veces al jardín, pero solo cuando se encontraba bien y el clima era templado, estaba tan absorta en lo ocurrido que no se había dado cuenta de absolutamente nada, y ahora, su corazón palpitaba de emoción, aunque en el fondo sabía que no estaba allí por nada bueno. Apartando la emoción y todos los pensamientos que ésta le provocaba, siguió buscando hasta que encontró otra sala pequeña de mantenimiento repleta de diferentes máquinas, no era una experta en aquellos temas, pero al pasar tanto tiempo en casa había aprendido muchas cosas que el resto de chicas de su edad jamás conocería, y su padre se había ocupado de hacer crecer en su interior una curiosidad muy grande por las máquinas y tecnologías.
—Cuando tienes tan pocas distracciones —casi canturreaba mientras iluminaba los aparatos con la linterna—, acabas arreglando las cosas de casa. Supongo que ahora me vendrá bien… y eso que en su día mamá nos gritó por trastear con los cacharros.
Toqueteó algunas válvulas que no parecían servir de nada y abrió la puertecita de uno de los armarios, dentro había varios interruptores que no sabía para qué eran, pues carecían de etiqueta o nombre, así que uno a uno los fue probando hasta que le pareció escuchar un suave sonido. Sin cerrar la puerta, dio marcha atrás y asomó la cabeza por el umbral por el que había entrado minutos antes, vio pequeñas luces de color rojo por todo el lugar.
—¡Bingo! —se alegró comenzando a ir a paso acelerado hacia la puerta de salida— Ahora, veamos si esta llave funciona…
Cogió la tarjeta que le había quitado al hombre esquelético y la pasó con suavidad, el color se mantuvo rojo, así que probó varias veces más, al final cambió a verde provocando que suspirase tranquila, parecía que por el momento, volvía a ser libre. Así que sin perder más tiempo atravesó la puerta que se abrió sola y se encontró una imagen poco tranquilizadora.
—¡Dios mío! —caminó varios pasos hasta quedar en el centro.
Era una especie de hall en el que había muchas otras puertas como la que acababa de cruzar, seguramente llevaban a diferentes secciones del edificio. Shana no tuvo que pensar mucho, resultaba evidente que era algún complejo del gobierno en el que seguramente había trabajado su padre. En el suelo había muchos otros cuerpos, o más bien esqueletos con ropas viejas, deterioradas y raídas que habían perdido incluso su color. Era preocupante, porque aquello solo podía indicar que había pasado mucho, muchísimo tiempo…
—Estos agujeros… —pasó una mano por la pared ennegrecida de metal, donde unos huecos más grandes que el tamaño de su puño lo habían aplastado y parcialmente derretido— Parecen alguna clase de disparo.
Suspiró cerrando los ojos, quería prepararse para lo que se iba a encontrar, pero estaba segura de que sería imposible imaginar lo que habría fuera. Así que armándose de valor, caminó hacia lo que pensó que era la salida, atravesó varios puestos de seguridad vacíos, caminó sobre más cuerpos, esta vez con ropa que le pareció militar, y llegó a la salida. Estaba a las afueras, pues acababa de emerger de una enorme montaña. Cerca de la salida que acababa de cruzar y que parecía una cueva enorme, había viejos aviones y helicópteros negros casi completamente destruidos.
Buscó con la mirada inquieta algún medio de transporte, porque no estaba segura de estar cerca de la ciudad, y una caminata demasiado larga sería arriesgada, sin embargo paró su búsqueda sintiéndose frustrada.
—Aunque encuentre algo… no creo ser capaz de manejarlo —confesó—, y dudo que funcione nada.
Decidió comenzar a caminar mientras su cabeza al fin empezaba a trabajar a toda la velocidad de la que era capaz. Por primera vez en veinte años estaba caminando por el exterior y no se sentía mal, aunque sí un poco cansada. Se sorprendía a sí misma de su control, no estaba tan nerviosa, y teniendo en cuenta que acababa de ver a más de treinta personas muertas, le resultaba increíble que pudiera mantenerse tan fría.
“Supongo que es lógico”. Pensaba mientras observaba los árboles que se alineaban en ambos lados de la carretera. “Mi vida nunca ha sido normal, la muerte no es algo a lo que le tema...”
Desde luego, con una vida apartada de todo, su manera de ver el mundo no era corriente, porque un mundo que no conocía y que era casi ajeno a ella, no la sorprendía ahora que parecía estar vacío y destruido.
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