Ilustración: Kike Alapont
Había siete
personas ocupando la sala que usaban para las reuniones. Era un espacio grande,
de paredes oscuras y en el cual solamente había una gran mesa ovalada de color
negro. Las siete personas que allí se encontraban eran las que formaban toda la
tripulación de la Nave.
—¿Qué nos
puedes decir de ella, Erum? —fijó los ojos en el hombre rubio cerrando el puño
y apoyando la sien en él sin mucho interés— ¿Qué es?
—Ni idea
—rotundo, atrajo las miradas de los presentes—. No pongáis esa cara, ni
siquiera lleva implantado el locuum.
No sé como es posible —continuó—, porque cualquier recién nacido lo lleva desde
su primer día de vida.
—¿Es lo
único a lo que has llegado? ¿Para eso hemos corrido detrás de ella?
—Se ha
despertado cuando estaba intentando examinarla, Mar´heena —molesto por el tono
de la mujer, se puso serio—. Ha empezado a gritar, la he sedado y llevado a una
habitación de seguridad.
—Estaba en
un planeta prohibido y vacío, no hay señales de ninguna nave en todo el lugar,
dudo que haya aparecido de la nada.
—El capitán
tiene razón, no sabemos como ha llegado ni por qué no tiene el locuum, ni siquiera estamos seguros de a
qué raza pertenece. ¿No deberíamos examinar la base de datos?
—Buena idea
pequeño Morrik —sonrió Erum—, supongo que te prestas voluntario…
Sin muchas
ganas, el joven muchacho salió tras el médico de la nave dirección al modulo en
el que se encontraba la base de datos de las razas, instrumento completamente
necesario para quienes ejercían la vocación de curandero, pues por lo general,
las tripulaciones de las naves se componían de diferentes criaturas, y por muy
inteligente que fuese uno, resultaba imposible saberlo todo de cada una de
ellas.
—Mete las
características —pidió al muchacho, que le miró sin estar muy seguro de qué
debía buscar, suspiró y cambió de idea—. Mejor vete a la búsqueda general,
omite toda característica de la que carezca.
—Muy bien
—se sentó más centrado en su misión—. No tiene tentáculos… dos ojos…
—No es
necesario que hables —le miró enarcando ambas cejas—, no me interesa, y además,
me distraes.
Morrik puso
los ojos en blanco, Erum solía tener buen carácter, pero en ocasiones era
bastante ácido. Realmente no sabía cual de las dos caras era la verdadera.
Había
pasado más de una hora y el miembro más joven de la tripulación seguía
descartando razas. Cansado y aburrido, no encontraba ninguna que se le
pareciese ni un poco.
—¿Tienes
algo? —Jowak, el ser de los cuatros brazos entró a la habitación— ¿Y Erum?
—Se ha ido
hace rato… y para variar, me ha dejado solo —se quejó—. No encuentro nada, es
muy raro…
—Bueno… se
me ha ocurrido algo —murmuró acercándose al panel en el que salían símbolos e
imágenes—, es una tontería pero…
—Sea lo que
sea escúpelo, seguro que es mejor que ir a ciegas.
—¿Has
probado a ver razas de esta galaxia? —levantó los hombros cuando Morrik le miró
con una mueca— Ya sé que es una galaxia pequeña y casi deshabitada, pero el que
no haya una nave… ¿no te hace sospechar?
—La verdad
es que hay algo que no me cuadra —bajó la mirada pensativo y comenzó a escribir
en los mandos—. Parece que por este sector solo hay cuatro razas, dos de ellas
extintas.
Ambos se
dijeron con la mirada, “por intentarlo no
perdemos nada”. Así que Morrik abrió la base de datos del sector Meneos y aparecieron diferentes fotos
con bastantes datos. Cuando las fueron mirando una a una, vio que se parecían
bastante a su prisionera, al final llegó a la última, estaba clasificada, lo
cual significaba que fue aniquilada tiempo atrás, eran exactamente como ella.
—¿Terrestres?
—preguntó Jowak inclinándose para ver mejor la pantalla— ¿Qué diablos son?
—No pone
mucho —Morrik frunció el ceño empezando a leer las pocas líneas que había bajo
las imágenes—. Los destruyeron hace mucho… muchísimo. Están catalogados como
potencial amenaza para el universo.
—No lo
entiendo, aquí pone que son débiles —señaló una de las partes con el dedo—
físicamente no soportaron ni el primer ataque.
—Pero aquí
dice que su número era elevado, tenían una gran facilidad para la reproducción
—añadió Morrik—, y que eran caóticos. El consejo lo deliberó después de
estudiarlos durante ciclos. ¿Cómo diablos sigue viva?
—Tendremos
que preguntárselo. De momento será mejor hablar con el capitán.
La sala de
reunión volvía a estar ocupada, pero esta vez solo había cuatro asientos
activos. El capitán leía junto al Dr. Erum los datos que Jowak y Morrik habían
descubierto, no parecían preocupados, al menos sus caras seguían como de
costumbre. Después de un rato escucharon un suspiro por parte del jefe.
—Esto me va
a dar más de un dolor de cabeza.
—¿El qué?
—Jowak no entendía muy bien a qué se debía su repentino cambio, parecía cansado
y aburrido.
—¿No habéis
leído todo? —dejó el aparato que había usado para ver los datos sobre la mesa y
se acomodó en el asiento mientras les miraba— Durante la aniquilación —dijo
tras unos segundos—, fue el único momento en el que tuvieron contacto con otra
raza que no fuera la suya propia.
—¡Hey!
—Jowak se levantó de golpe— Por eso se volvió loca y se desmayó.
—Tiene su
lógica —Erum le dio unas palmaditas en la espalda— De momento vamos a llevarle
algo de comer. Ya decidiremos después qué hacer. ¿Estás de acuerdo Luzbel? —el
capitán asintió mientras salía de la estancia dejándoles allí—. Ocúpate tú,
Morrik.
El chico
quiso rechistar, pues Erum siempre le mandaba todo, en ocasiones pensaba que
quería molestarle. Decidió callarse mientras suspiraba camino a la cocina
seguido por Jowak, que reía a su espalda.
Morrik era
el más joven, pero aparte de Luzbel, también era el más inteligente, por lo que
solía ocuparse de manejar los mandos de la nave casi siempre. En aquel momento
miraba la comida, y de pronto empezó a preguntarse qué debería llevar, pues si
las sospechas resultaban ser ciertas, todo tendría un aspecto extraño para la prisionera,
y en consecuencia, no comería. Dejó caer los hombros con cansancio, al final se decidió por poner en la bandeja
las cosas que le gustaban a él y que mejor aspecto tenían a sus ojos.
Shana
observaba el lugar en el que se encontraba, no había casi nada aparte de una
cama poco mullida y lo que sospechó sería un baño. Las pareces estaban formadas
por pequeñas placas de metal, cuando pasó una mano por ellas se templaron a su
tacto. Intentó abrir la extraña puerta de color violeta pero no había nada con
lo que hacerlo, ni pomo ni mecanismo parecido al que se encontró en la base en
la que había despertado repentinamente.
Se había
dicho a sí misma que lo ocurrido era un sueño, porque aquellas criaturas no
podían ser reales, sin embargo allí estaba, allí se despertó, en aquel oscuro y
pequeño cuarto que parecía alguna clase de cárcel.
“Definitivamente me he vuelto loca”. Se dijo mientras palpaba la dura cama.
No estaba
segura de cuanto tiempo llevaba allí, por suerte se había despertado en buenas
condiciones, los pinchazos habían desaparecido, lo cual agradeció, porque en la
habitación no había ni rastro de la mochila que guardaba su medicina. Cansada,
comenzó a gritar aporreando la puerta, comenzaba a sentir una pequeña
desesperación que se mezclaba con la confusión por todo lo que estaba
ocurriendo, después de un rato se cansó y se dejó caer sobre la única
superficie blanda que había en la estancia.
—¿Qué
debería hacer? —se rascó la cabeza pensativa.
Había
planeado algo, estaba segura de que antes o después alguien tendría que ir,
aprovecharía ese momento para escabullirse y salir corriendo. Como si la suerte
se hubiera acurrucado a su lado, escuchó un extraño sonido, como si alguna
clase de válvula dejase escapar el aire. En aquel momento la puerta se abrió
dejando entrar a la oscura estancia una incómoda luz de color rojo. Cerró los
ojos un segundo y los abrió, se maldijo por haberlo hecho, porque lo que había
allí era demasiado extraño.
Morrik
estaba en la puerta abierta sosteniendo la bandeja y mirándola. Ella era un ser
extraño a sus ojos, pero percibía el miedo en su mirada. Por instinto habló, y
al ver que su confusión y miedo aumentaban claramente en su cara, se dio cuenta
de que no le entendía, se había olvidado completamente de la ausencia del locuum en ella.
“Es una rata gigante…” decía su subconsciente.
La luz roja
de fuera era mucho menos ponente que la que estaba en aquellos ojos redondos.
Le observaba atontada mientras comenzaba a caminar hacia el interior. Aunque
llevaba una extraña ropa de color marrón, todo su cuerpo estaba recubierto por
una espesa capa de pelo de color blanco y
corto, en vez de boca, tenía
morro, su cara acababa en un estrecho y largo morro que le daba pavor.
“Corre, corre, corre…” repetía una y otra vez su yo interior “Corre o te comerá”.
Tragó
saliva asustada, estaba segura de que la comería. Ya le daba exactamente igual
que fueran mutantes radiactivos o cualquier otra cosa, tenía que escapar y
pedir ayuda.
Se levantó
con cuidado mirando fijamente a los ojos de aquella criatura. Cuando Shana
sospechó que estaba lo suficientemente lejos de la puerta, salió corriendo
empujando a Morrik en la huida, que sorprendido, cayó al suelo con la bandeja
sin poder evitarlo.
—Cielos
—dijo mirando la puerta—, creo que tenemos problemas…
Se sentía
libre, tan concentrada estaba en su huida que no se paró a mirar hacia donde
corría, y sobre todo, por donde. Su corazón dio un vuelco cuando un fuerte
pitido comenzó a sonar por todos lados, su yo interior le avisaba de que era la
alarma y de que se había accionado por ella, ahora sí que estaba en peligro.
—¿Qué
ocurre? —Luzbel se encontró con Morrik en uno de los pasillos, el muchacho
tenía la mano sobre una de las palancas que accionaban el sistema de alerta—
Más vale que sea una emergencia, a Génesis
no le va a gustar despertarse así.
—Lo siento…
capitán —se disculpó con cierto miedo, pues no había pensado en sus actos—,
pero la chica ha escapado.
Luzbel
soltó un gruñido mientras comenzaba a caminar dejando al muchacho con aspecto
de rata allí estático. Sabía que iba a haber algún problema, y ahora se unía
uno más por accionar la alarma.
—Génesis,
tenemos un prisionero huido —alzó la voz, que se mantuvo firme y seria.
“Lo sé, he estado observando”.
La voz
femenina resonó por el pasillo, era suave y aterciopelada. Luzbel se paró un
segundo mientras alzaba las cejas sorprendido, Génesis no solía despertarse, de
hecho, desde hacía mucho tiempo solo despertaba cuando se encontraban en alguna
batalla contra las naves del Emperador.
“Está por el sector este, corriendo hacia
la cámara de entrenamiento”.
De un
segundo a otro se armó un buen revuelo dentro de la gigantesca nave. Todos
corrían por los pasillos a excepción de Tak´ul, que se limitaba a caminar y a
Mar´heena, que se quedó sentada en la sala que usaban para descansar y
distraerse.
Shana llegó
a una zona abierta, no estaba segura de qué camino seguir, pues veía dos
puertas al otro lado del lugar en el que se encontraba. Paró unos segundos para
coger aire, comenzaba a sentirse débil a causa del repentino esfuerzo y del
miedo que la inundaba. Sospechaba que se encontraba en algún lugar bajo tierra
porque no había visto ninguna ventana durante su carrera.
Cuando se
irguió de nuevo para seguir con su alocada huida, una de las puertas frente a
ella se abrió y vio salir por ella a uno de los seres que la habían atrapado, el ogro. El descomunal ser tuvo que
inclinarse y girarse unos grados para pasar por la puerta, después se quedó
allí de pie observándola, Shana abrió la boca queriendo gritar, pero no salía
nada por ella, la simple mirada del ogro le quitaba incluso el aliento, pues
los ojos que la miraban eran completamente negros.
“¡Corre, corre, corre, maldita sea Shana,
corre!” volvió a
repetirse.
Sentía que
estaba paralizada, pero algo se accionó en el interior de su cuerpo cuando
aquella bestia soltó un largo y ronco gruñido mientras comenzaba a dar zancadas
hacia ella. Sin posibilidad de seguir hacia adelante, se giró y comenzó a
correr por el mismo camino por el que había llegado allí, se encontró una
bifurcación que había pasado por alto y decidió cambiar su ruta y seguir por
allí.
Estaba en
un pasillo tan estrecho que el ogro seguramente no podría recorrer, lo cual
agradeció. Sin embargo, sus pensamientos acabaron de pronto, su carrera se
detuvo de golpe y un dolor que jamás había sentido recorrió cada centímetro de
su persona. Se le dobló el cuerpo hacia delante, algo la había detenido y la
fuerza que había usado para correr se volvió en su contra aumentando el dolor
por el impacto. Un sabor metálico inundó la boca de Shana, que se dejó caer
doblándose más aún en aquel objeto tan duro que resultó ser un brazo.
Solo llegó
a ser capaz de girar la cabeza unos grados, no lo había visto porque un
saliente le cubría. Había una persona allí, un hombre de pelo oscuro y ojos tan
extraños que por un segundo olvidó todo el sufrimiento de su cuerpo y se centró
en ellos. Al final su mirada se volvió borrosa hasta llegar a un profundo
negro, perdió el conocimiento.
Antes
siquiera de despertar ya sentía todo su cuerpo arder, dolía, dolía tanto que no
existía una palabra exacta para describirlo. Su cuerpo se intentaba enroscar,
pero alguien se lo impedía. No lograba dejar de centrarse en el dolor, técnica
que había desarrollado con maestría y que siempre le había servido durante sus
ataques más fuertes. Cogió una bocanada de aire y abrió los ojos de par en par,
sentía como la sangre se deslizaba por sus labios intentando salir con fuerza
de la boca y quitándole la respiración.
Sobre ella
estaba el mismo hombre de pelo tan negro que parecía carbón. Tenía unos ojos
anaranjados y siniestros pegados en ella, no estaba segura de si era a causa
del dolor, pero veía una profunda culpa en ellos. Él gritaba cosas que no
entendía, y otra voz respondía, pero no veía quién era. De nuevo, no podía apartar los ojos de aquel ser de
piel blanca como la nieve, sentía que si se fijaba en él con toda su fuerza de
voluntad, volvería a dejar de sentir tanto dolor.
Era una
persona extraña, hermoso y misterioso al mismo tiempo, no el tipo de belleza de
un modelo... era algo diferente, simplemente nuevo para ella. Entre la
confusión del dolor llegó a poder preguntarse si los humanos se habían
convertido en aquello, en si aquel color rojo que nacía del exterior de los
ojos hasta llegar a difuminarse casi en la piel de los pómulos para quedarse
pálido, sería de verdad o lo habría pintado.
Gritó con
mayor fuerza cuando sintió que le arrancaban las entrañas, su poder mental
desapareció de un plumazo y solo hubo un dolor tan fuerte que no podía ser
real.
—Maldita
sea, ¿qué has hecho Luzbel? —gritaba Erum intentando detener la hemorragia— ¡Le
has destrozado todo el interior!
—¿Cómo
diablos lo podía saber? —rechistó furioso— Ni siquiera he usado fuerza, extendí
el brazo para que parase.
—¡Es una
terrestre! —parecía querer echárselo en cara, pero ni él sabía sobre ellos— No
sé qué hacer Luzbel, se va a morir.
—Usa los bot —dijo de repente mirándole—, ya sé
lo que vas a decir, pero si se va a morir, al menos inténtalo.
—Supongo
que tienes razón —se giró y rebuscó en uno de los armarios, agarró una aguja de
grandes proporciones y la llenó con un líquido azulado—, es lo único que puedo
intentar, mantenle firme el brazo, y por favor, no se lo rompas —acabó con tono
irónico.
Luzbel
gruñó molesto por la broma del médico. Extendió el brazo de la prisionera con
toda la suavidad de la que fue capaz y Erum metió la aguja con una precisión
milimétrica mientras Shana comenzaba a sentir un nuevo ardor que se movía con
vida propia por su brazo, recorriendo un rápido camino hasta llegar a
concentrarse en su abdomen.
Un nuevo
dolor comenzó a invadirla, como si sus órganos internos se moviesen. Las
lágrimas que se arremolinaban en los ojos no le permitían ver nada a su
alrededor, y quería morir, morir de una vez, porque aquel dolor que sentía era
inhumano e insoportable.
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